Con el descubrimiento y asentamiento en varios archipiélagos del Pacífico a finales del siglo XVI, se incorporaron al imperio las Indias orientales españolas, formadas por las Filipinas, las Marianas (que incluían Guam), la porción norte de Formosa, y las Carolinas (que incluían las Palaos), bajo la jurisdicción de la Nueva España.
Durante estas épocas en las que España era una Potencia europea, se empezaron a desarrollar intercambios científicos-geográficos con figuras como Hieronymus Münzer, Martin Behaim y los humanistas de Núremberg.
En adelante, esta cesión papal, junto a la responsabilidad evangelizadora sobre los territorios descubiertos, fue usada por los Reyes Católicos como legitimación en su expansión imperial.
Esto abrió una nueva perspectiva: en este año se produce el primer préstamo de los bancos genoveses a Carlos I.
En 1572 un grupo de navíos neerlandeses rebeldes conocidos como los watergeuzen, tomaron varias ciudades costeras, proclamaron su apoyo a Guillermo I y rechazaron el gobierno español.
Comprometidos con impedir que Enrique IV tomara posesión del trono francés, los españoles dividieron su ejército en los Países Bajos e invadieron Francia en 1590.
Implicada en múltiples frentes, la potencia hispana no pudo imponer su política en el país galo y finalmente se llegó a un acuerdo en la Paz de Vervins.
Con varias derrotas consecutivas y una guerra de guerrillas inacabable contra los católicos apoyados por España en Irlanda, Inglaterra aceptó negociar en 1604, tras la ascensión al trono del Estuardo Jacobo I.
La paz con Francia e Inglaterra implicó que España pudiera centrar su atención y energías para restituir su dominio en las provincias neerlandesas.
Pese a todo, España seguiría siendo un gran poder en Europa del Norte, muy solicitada por los alemanes leales al emperador romano germánico para brindar asistencia financiera y tecnológica para sus proyectos navales, e incluso los polaco-lituanos entregaron su flota a los españoles en Wismar y Mecklemburgo el 22 de diciembre de 1628 (realizando escaramuzas conjuntas contra los suecos y daneses hasta 1632), lo que demuestra que hasta 1629 el Imperio español aún era una potencia dominante en la región remota del Mar Báltico.
Este había recibido un apoyo general del pueblo portugués, y los españoles que tenían múltiples frentes abiertos fueron incapaces de responder.
Esta guerra y las negligencias cometidas en ella llevaron a nuevas derrotas para las armas españolas, llegando incluso al propio territorio peninsular.
La productividad agraria se mantuvo baja a pesar de los esfuerzos por introducir nueva maquinaria para una clase campesina muy explotada y sin tierras.
Su vasto imperio en las Indias le confería una notable relevancia global, aunque en Europa predominaban potencias como Francia, Inglaterra o Austria.
El declive demográfico del siglo XVII se había revertido, aunque fue necesario fomentar la inmigración, principalmente de alemanes y suizos.
La ocupación napoleónica ocurrida en 1808 obligó al gobierno español a agotar todos sus recursos militares en la península ibérica, incluida su propia armada real, esencial para la conservación de un vasto Imperio transatlántico.
Al otro lado del Atlántico, ante el cautiverio de Fernando VII, las juntas americanas tienen sus propias revoluciones liberales lideradas mayoritariamente por criollos, desafiando las viejas y nuevas autoridades.
En América del sur, se produjo la Invasión luso-brasileña sobre los antiguos territorios españoles disputados de la Banda Oriental anexionada por los portugueses como Provincia Cisplatina.
En lo que quedó del Imperio, la guerra de la Independencia fue seguida por una monarquía absoluta (década ominosa), conflictos dinásticos, levantamientos absolutistas, pronunciamientos liberales y luchas por el poder entre facciones liberales que solo permitieron ciertos periodos lo bastante estables para el desarrollo de una política exterior activa.
Su capital era Tetuán, su parte sur hacía frontera con el Sahara Español y uno de sus mayores activos económicos eran las minas del Rif.
España perdió el interés de desarrollar una extensa estructura económica en las colonias africanas durante la primera parte del siglo XX.
14][110][111][112][113] La población indígena descendió dramáticamente tras la llegada de los colonizadores europeos, sin que haya consenso sobre las cifras iniciales ni su descenso.
Desde el comienzo de la conquista, la Corona restringió los permisos de matrimonio para que sus súbditos no se casaran con las indias ni con ningún grupo étnico diferente a los europeos, pero con el tiempo no tuvo más remedio que tolerar, a su pesar, las uniones mixtas interraciales libres.
En Lima, por ejemplo, durante los siglos XVII y XVIII, el 91,2 % de los matrimonios legítimos fueron entre personas del mismo grupo étnico.
[125] En 1778 se prohibieron las uniones entre miembros de distintos grupos étnicos a no ser que contaran con el consentimiento paterno.
El escritor y cronista de Indias Bernal Díaz del Castillo cuenta sobre un tal Álvarez que había tenido treinta hijos en solo tres años.
[136] Estas prácticas empíricas tuvieron como resultado el avance de diversas ciencias en la Edad Moderna temprana hispana: Historia natural,[137] medicina,[138][139][140] etnología,[141] cosmografía, astronomía, cartografía y geografía.
Por la gran extensión del Imperio español por todo el mundo, su legado cultural es grande y fuerte (esto sin contar los actuales flujos migratorios).
Al menos dos navíos pequeños con tripulación, pilotos, clérigos y mercancías de poco valor para rescates debían participar en la expedición.
Además, el retorno con nativos, incluso si se los había adquirido como esclavos, conllevaba la pena de muerte para los descubridores.