Como teoría política, el republicanismo propone y defiende la república como el modelo de gobierno óptimo para un Estado.
En sentido estricto, la república se define naturalmente en oposición a la otra forma actual de gobierno en los países occidentales: la monarquía.
Pese a apoyarse en el principio hereditario para la designación de la Jefatura del Estado, una monarquía puede ser considerada democrática en la medida en que los miembros de los poderes legislativo y ejecutivo sean elegidos directa o indirectamente por voluntad popular.
La tradición republicana no es contradictoria con los principios liberales, sino que los complementa y potencia mediante una participación ciudadana efectiva.
En estos países, la república por la que se aboga está impregnada por el Islam y tiene ya expresión en Estados como Irán.
Pese a la postura de las autoridades saudíes, la influencia occidental se hace así evidente.
Por otro lado, algunos estados que fueron Reinos de la Mancomunidad se convirtieron luego en repúblicas, tales como Irlanda, India, Malta, Guyana, Fiyi y Sudáfrica.
[11] Sin embargo, este dilema se ve también influenciado por el debate nacional que hay en torno a la bandera australiana.