En plena expansión y auge, pero frustrada porque su emergente poder económico no se colmaba con territorios coloniales, Alemania envió en 1885 a la isla de Yap el cañonero Iltis para tomar posesión de las islas Carolinas.
España había perdido dos escuadras enteras, incluida la del Pacífico, en la batalla de Cavite en 1898, por lo que ante la clara imposibilidad de defenderlas, no tuvo más remedio que venderlas a un país que se hiciera cargo de ellas, y en este sentido Alemania presionó bastante al gobierno español para facilitar su venta.
En cambio, por iniciativa del Ministerio Federal de Relaciones Exteriores, Alemania hizo un acercamiento diplomático con los Estados Unidos.
Después de que Filipinas y Guam se convirtieran en colonias estadounidenses en virtud del Tratado de París en 1898, las islas Carolinas, al igual que las restantes islas Marianas, perdieron valor para España.
Primero, sin embargo, el gobierno alemán tuvo que llegar a un acuerdo con los EE.
UU., que quería construir una estación de cable en su propio territorio entre Manila y San Francisco.
Mientras tanto, España también hizo una oferta al rey de Bélgica, Leopoldo II, según la cual las islas españolas del Mar del Sur solo serían arrendadas a una empresa comercial belga, pero permanecerían formalmente con España.
Sin embargo, Leopoldo II retiró su oferta al poco tiempo debido a la enorme presión alemana.
La venta representó el abandono definitivo de las Indias Orientales españolas, ya que las islas estaban destinadas a servir al Imperio alemán como punto de partida para futuras adquisiciones y expansiones coloniales.
Además, las islas son particularmente adecuadas para la agricultura y la silvicultura: son ricas en agua, tienen grandes reservas de madera y entregan copra, el principal artículo comercial en los Mares del Sur.
[3] En resumen, para Alemania, un país en pleno apogeo y que además poseía la segunda armada más potente y numerosa del mundo, únicamente por detrás de la Marina Real británica, suponía una buena oportunidad para hacerse con una serie de colonias que, si con algo contaban, era con una privilegiada posición estratégica en el corazón del océano Pacífico.
Meses más tarde, en octubre, abre un segundo frente, y «denuncia» que quedan cuatro islas en la zona en las que la soberanía corresponde a España, porque se olvidaron de incluirlas en el tratado germano-español de 1899.
Según su criterio, España cedió en 1899 todas las plazas que le quedaban por entonces en ese océano.