Guerras napoleónicas

El tratado no logró poner fin a la tensión, y la guerra estalló de nuevo en 1809, con la mal preparada Quinta Coalición, liderada por Austria.

Los aliados invadieron Francia por el este, mientras la Guerra Peninsular se extendía al suroeste del país.

La coalición fue derrotada por los franceses debido a una movilización general, levas en masa, reformas en el ejército y una guerra absoluta.

Además, Napoleón Bonaparte estaba ocupado en una campaña en Egipto, con el objetivo de amenazar a la India británica.

Sin dos de sus más importantes generales del conflicto anterior, la República sufrió sucesivas derrotas contra unos enemigos revitalizados y financiados por la Corona británica.

Napoleón Bonaparte volvió en 1799, dejando la campaña en Egipto a cargo de su segundo al mando, el general Kléber, quien fue posteriormente asesinado.

Napoleón reorganizó la milicia francesa y creó un ejército de reservistas para apoyar tanto los esfuerzos en el Rin como en Italia.

Napoleón estaba convencido de que, sin una derrota británica o un tratado con el Reino Unido, no podría conseguir una verdadera paz.

Además, los fondos económicos del Reino Unido eran suficientes para unir a las grandes potencias del continente contra Francia y, a pesar de las numerosas derrotas, el ejército austríaco todavía era un peligro potencial para la Francia napoleónica.

Se elaboró un complejo plan para distraer a los británicos, amenazando sus posesiones en las Indias Occidentales, pero este plan falló cuando la flota franco-española al mando del almirante Villeneuve se retiró tras una acción poco decidida de este en la batalla del Cabo Finisterre (1805).

Tras este contratiempo, Napoleón abandonó (aunque no olvidó) sus planes para invadir las islas británicas y volvió su atención a sus enemigos en el continente.

Los mayores Estados eran Sajonia y Baviera, cuyos gobernantes fueron elevados al rango de reyes por Napoleón.

Esto podría haber contenido a Napoleón y prevenido el desastre aliado en la batalla de Austerlitz.

Como se explicó al principio de este artículo, el ejército británico era una pequeña amenaza para Francia.

Los gobernantes franceses, en cambio, creían que aislar al Reino Unido del continente acabaría con su influencia económica sobre Europa.

Napoleón entonces tomó rumbo norte para enfrentarse a los restos del ejército ruso e intentar capturar la nueva capital prusiana de Königsberg.

Cuando tropas españolas vencieron a los franceses en la batalla de Bailén, demostrando que una parte importante del pueblo español no quería mantener su alianza con Francia, las tropas francesas ocuparon gradualmente su territorio hasta entrar en Madrid, lo que propició la intervención británica.

Esta misma tarea se había llevado a cabo en los años 1790 por 800 000 soldados, y entonces tenían que defender un frente mucho menor.

Esto hizo que abandonara la península ibérica y no volviera nunca más a ella.

Durante esta batalla el mariscal Bernadotte fue desposeído de su título y ridiculizado por Napoleón frente a otros oficiales del Estado Mayor.

La Sexta Coalición (1812-1814) consistió en la alianza del Reino Unido, Rusia, España, Prusia, Suecia, Austria y cierto número de estados alemanes contra Francia.

Rusia proclamó la Guerra Patria, mientras Napoleón proclamaba una Segunda Guerra Polaca, pero en contra de las expectativas de los polacos, que suministraron casi 100 000 soldados para la fuerza invasora, Napoleón evitó dar concesión alguna a Polonia, teniendo en mente las posteriores negociaciones con Rusia.

La Confederación del Rin equipó a Napoleón con el grueso de las fuerzas restantes, siendo Sajonia y Baviera los principales cooperantes.

Napoleón fue exiliado a la isla de Elba, y se restauró la dinastía borbónica en Francia bajo Luis XVIII.

La Séptima Coalición (1815) unió a Reino Unido, Rusia, Prusia, Suecia, Austria, los Países Bajos y cierto número de estados alemanes contra Francia.

A medida que se trasladaba hacia París, fue recabando apoyos por donde pasaba, y finalmente derrocó al recién restaurado Luis XVIII sin haber disparado un solo tiro, siendo llevado en hombros hasta el palacio de las Tullerías por la multitud enardecida.

Las guerras napoleónicas tuvieron grandes repercusiones sobre el continente europeo: Sobre todo, se forjó un nuevo concepto mundial de Europa.

Prusia no tuvo más de 320 000 hombres en armas en algún momento, solo justo detrás del Reino Unido.

Las únicas otras naciones que tuvieron más de 100 000 soldados movilizados fueron el Imperio otomano, Italia, Nápoles y Polonia (sin incluir los Estados Unidos, con 286 730 combatientes) o la Confederación Maratha.

Todas estas pequeñas naciones ahora tenían ejércitos que sobrepasaban en número a las grandes potencias de pasadas guerras.

El general Kléber
Napoleón Emperador , obra de Ingres .
La batalla de Copenhague (2 de abril de 1801).
Napoleón acepta la rendición del general Mack y del ejército austríaco en Ulm . Pintura de Charles Thévenin .
El 3 de mayo en Madrid , óleo de Francisco de Goya , de 1814, que simboliza a los fusilamientos del 3 de mayo de 1808.
Mapa de Europa en 1812, en rojo la Sexta Coalición .
El ejército ruso entra en París (30 de marzo de 1814)
Mapa de la campaña de Waterloo