Congreso de Viena

Así pues, su intención era retornar Europa a la situación anterior a la Revolución francesa (1789), no solo para restablecer las fronteras nacionales trastornadas casi 20 años antes, sino también para asegurar un equilibrio de poder que evitase otra serie de conflictos armados a gran escala, como fueron las anteriores guerras revolucionarias francesas y las guerras napoleónicas.

Para esto, Metternich y Castlereagh estaban decididos a invocar que los reyes europeos actuaran como "garantes personales" del equilibrio político en la "Europa de la Restauración", sofocando todo atisbo de liberalismo que amenazara a las monarquías europeas, implicando que la paz del continente solo podría lograrse mediante la mutua solidaridad de los monarcas absolutistas.

De ahí que la incipiente opinión pública europea dijera irónicamente que «el Congreso baila, pero no marcha» debido a la importancia de tales cenas y recepciones para el Congreso.

Por otro lado, enviaron delegaciones casi todos los Estados europeos, incluyendo a la derrotada Francia, aunque el plan inicial de Metternich era que las decisiones claves del Congreso fueran tomadas solo por los delegados de Gran Bretaña, Austria, Prusia y Rusia, al ser estas las potencias que habían sostenido el esfuerzo bélico de la guerra de la Sexta Coalición, excluyendo por completo a la derrotada Francia, pero también apartando de las decisiones relevantes a los aliados antifranceses más débiles como España, Portugal, Suecia, Piamonte-Cerdeña o los pequeños reinos alemanes como Hannover y Hesse-Darmstadt.

Los diversos Estados alemanes fueron reducidos de casi trescientos sesenta a solo treinta y ocho, reunidos en la Confederación Alemana que debía presidir Austria, dando por extinto el Sacro Imperio Romano-Germánico y aceptando las mediatizaciones que habían dado más territorios a Baviera, Baden, Hesse-Darmstadt y Württemberg, fusionando minúsculos e imprácticos estados en grandes entidades administrativas.

Para colmo, Gómez Labrador pedía a las potencias europeas el apoyo para recuperar Luisiana (cedida por España a Francia, y luego vendida por Francia a Estados Unidos en 1803), el reconocimiento de sus derechos soberanos sobre las colonias de América que estaban en plenas guerras para obtener su independencia, al punto que el Virreinato del Río de la Plata era un territorio autónomo de facto desde 1810.

Tales planes fueron descartados por los líderes de la Sexta Coalición al considerarlos muy poco realistas para la débil España y que imponían a las grandes potencias unos elevados costos a cambio de escasos beneficios prácticos, además que Gran Bretaña -cuyos comerciantes lograban grandes ventajas gracias a los "problemas españoles" en América- rehusaba apoyar tales proyectos.

Precisamente Talleyrand logró que Metternich y Castlereagh le admitieran en el consejo de «grandes potencias» para mostrar que, aunque vencida, Francia aún poseía potencial económico y poblacional —y, finalmente, potencial militar— para que se la tuviese en cuenta; Talleyrand mostró que Francia podía unirse a Austria y Gran Bretaña para evitar una estrecha alianza ruso-prusiana basada en las ambiciones territoriales de ambos Estados, aprovechando así las tensiones mutuas entre los vencedores para beneficio de su país.

Así, Talleyrand propuso una solución intermedia: que se creara la «Polonia del Congreso» como reino cuyo soberano sería el zar ruso, pero dotado de una Administración nativa, reduciendo la mala impresión austro-británica pero de todos modos recompensando a Rusia.

En paralelo, Prusia obtendría el 40 % más rico y próspero del territorio de Sajonia, que seguiría siendo un Estado independiente, pero muy disminuido como potencia.

Palais am Ballhausplatz , sede de reuniones diplomáticas en el Congreso de Viena, hoy Cancillería de Austria .
Europa tras el congreso, con las grandes potencias en mayúscula.
El príncipe von Metternich , diplomático austriaco.