De su gobernador militar, Nikolái Saltykov, aprendió las tradiciones de la autocracia rusa, mientras que su padre le inspiró su propia pasión por los desfiles militares y le enseñó a combinar un teórico amor por la humanidad con un desprecio práctico por el hombre.
Pero tras el asesinato, Alejandro sintió un gran remordimiento y culpabilidad por haberse convertido en emperador de esa manera, mediante un crimen.
Esto explicaría su inclinación progresiva hacia la Iglesia ortodoxa después de las guerras napoleónicas y sus políticas conservadoras desde entonces hasta su fallecimiento.
El Comité estuvo formado por los jóvenes y entusiastas amigos del zar (Víktor Kochubéi, Nikolái Novosíltsov, Pável Stróganov y Adam Jerzy Czartoryski), con el propósito de dar forma a un ansiado programa de reformas internas.
Alejandro se quejaba de que la corrupción generalizada lo había dejado sin hombres, y al cubrir los puestos administrativos gubernamentales con alemanes y otros extranjeros acentuaba la resistencia de los viejos rusos a estas reformas.
Solo las experimentó en las provincias periféricas de su imperio, y los rusos hicieron notar con murmuraciones poco discretas que, no contento con gobernar mediante extranjeros, ahora concedía a Polonia, Finlandia y las provincias bálticas los beneficios que a ellos se les negaban.
Olvidando su frase dirigida a la nobleza báltica, prohibió en 1822 las logias masónicas y las sociedades secretas.
Pronto, los comités se convirtieron en los instrumentos indeseados de lo que ellos mismos llamaron «el trabajo del Demonio».
A pesar de sus convicciones profundas, no pudo abolir la servidumbre en Rusia, ante el temor del descontento que ello podría provocar en la nobleza terrateniente.
La servidumbre constituía un gran problema desde mucho tiempo atrás, y los ilustrados rusos la consideraban el principal obstáculo para que Rusia se incorporara a la Revolución Industrial que se estaba llevando a cabo en el Occidente.
Entabló en Memel una estrecha alianza con Prusia, aunque no por motivos políticos, como se jactaba en decir, sino por su espíritu de auténtica caballerosidad y por la amistad que lo unía con Federico Guillermo III y su bella esposa Luisa de Meckenburg-Stretlitz.
Al fin acuerdan Napoleón y Alejandro I un armisticio, la llamada Paz de Tilsit, que fue negociada entre los dos emperadores directamente, dejando solo a los secretarios y diplomáticos los asuntos menores; la gran víctima fue el rey de Prusia.
Tras el ultimátum presentado a Aleksandr Chernyshov en 1812, Alejandro se alió a los suecos, y la Grande Armée o Gran Ejército napoleónico, de más de 400.000 hombres según Henry Vallotton, entre franceses, alemanes del Norte, prusianos, austriacos, italianos, daneses, polacos y suizos, cruzó el fronterizo río Niemen.
Tras las primeras escaramuzas (Dviná, Dniéper, Mahiliou, Drissa, Pólatsk, Ostrovno (Vítebsk), Smolensk) Alejandro nombra generalísimo, a propuesta de una comisión extraordinaria, al tuerto general Mijaíl Kutúzov, ya con sesenta y ocho años de edad.
[5] Las paredes están cubiertas de pintadas amenazantes en francés; Napoleón pregunta por los boyardos, pero todos se han marchado: no hay afrancesados entre los rusos.
Algunos piensan que el incendio fue en realidad obra del noble Fiódor Rostopchín, quien empezó por quemar su propio palacio.
[8] La menguante Grande Armée se dirige a trancas y barrancas a Smolensk con grandes pérdidas; el 6 de noviembre, se adelanta el invierno quince días y cae una impresionante nevada por toda Rusia.
Faltan el forraje y los suministros, hay racionamiento, hambre, frío, fatiga acumulada.
Tras arribar a Smolensk, Napoleón manda sus pontoneros para preparar el paso del río Berézina por el puente que había en Borísov, pero estaba ocupado por Kutúzov; los pontoneros construyen dos puentes a la altura del pueblo Studzionka.
Las tropas rusas entraron en 1814 en París y Alejandro I se hizo notar por su amabilidad en sus salones.
Aunque desprecia a los Borbones, promueve el ascenso al trono del rey Luis XVIII.
En septiembre de 1815, se halla en el origen de la Santa Alianza firmada entre Rusia, Prusia y Austria, destinada a restaurar en Europa el Ancien Régime o Antiguo Régimen, seriamente dañado en toda Europa por la ideología revolucionaria liberal.
De su esposa la zarina Isabel Alekséievna (Elizaveta Alekséievna) tuvo dos hijas que no llegaron a la edad adulta: Además tuvo nueve hijos bastardos con varias amantes: Con Sofía Vsevólzhskaya (1775-1848): Con María Narýshkina (1779-1854): Con Margarita-Josefina Weimer (Marguerite Georges) (1787-1867): Con Verónica Dzierzanowska: Con la princesa Varvara Turkestánova (Туркестанова, Варвара Ильинична) (1775-1819): Con María Ivánovna Katachárova (1796-1824): Autócrata y jacobino, místico y mundano al mismo tiempo, aparecía ante sus contemporáneos como un acertijo que cada uno interpretaba de acuerdo con su propio temperamento.
Para Metternich era un loco (y estudios modernos se inclinan a considerarlo enfermo de esquizofrenia).
Aún hoy, el documento es de gran interés, ya que en él encontramos por primera vez formulado, en un despacho oficial, estos exaltados ideales de su política internacional, que jugaron un papel importante en los asuntos mundiales al cerrarse la época revolucionaria.