Su intención era atacar cuando hubiera cruzado una fuerza suficiente, pero antes de que el resto del ejército francés pudiera asistirles.
Los franceses debían cubrir el hueco entre ambas villas, así como avanzar al frente para dejar sitio a las tropas que seguían cruzando.
Este centro, sostenido ahora sólo con la caballería francesa, cargaría contra las posiciones artilleras austriacas que situadas en una larga línea, batían Aspern.
La primera carga francesa fracasó, aunque un segundo intento más serio, efectuado por gran cantidad de coraceros, tuvo éxito.
Los dos ejércitos permanecieron en sus terrenos, mientras en Aspern, franceses y austriacos se encontraban a tiro de pistola.
Estos últimos habían luchado tan duro como sus oponentes, y Napoleón pensó entonces que ya no eran los soldados profesionales de antiguas campañas.
El emperador no se amilanó, sino que al contrario, renovó sus esfuerzos para aportar tantos hombres como estuviesen disponibles.
Lannes, sin embargo, resistía desesperadamente y, reforzado por la división de Saint-Hilaire, rechazó a Rosenberg.
En la noche del 22, reparado el último puente, el ejército esperaría la llegada de refuerzos, aunque no en Viena, sino en Lobau.