[2] Los partidarios del internacionalismo se conocen como internacionalistas y suelen creer que los seres humanos deben unirse más allá de las fronteras nacionales, políticas, culturales, raciales o de clase para promover sus intereses comunes, o que los gobiernos deben cooperar porque sus intereses mutuos a largo plazo son de mayor importancia que sus disputas a corto plazo.
En la Gran Bretaña del siglo xix existía una corriente de pensamiento político liberal internacionalista personificada por Richard Cobden y John Bright.
La creencia en la idea de la ley moral y en una bondad inherente a la naturaleza humana también inspiraba su fe en el internacionalismo.
Conocida como la Primera Internacional, la organización se dedicaba a promover los intereses políticos de la clase obrera más allá de las fronteras nacionales, y se oponía ideológicamente a las corrientes del internacionalismo liberal que defendían el libre comercio y el capitalismo como medios para lograr la paz y la interdependencia mundiales.
Otras organizaciones internacionales fueron la Unión Interparlamentaria, creada en 1889 por Frédéric Passy de Francia y William Randal Cremer del Reino Unido, y la Sociedad de Naciones, que se formó tras la Primera Guerra Mundial.
John A. Hobson, un liberal gladstoniano que se convirtió en socialista tras la Primera Guerra Mundial, anticipó en su libro Imperialism (1902) el crecimiento de los tribunales y congresos internacionales que, con suerte, resolverían las disputas internacionales entre naciones de forma pacífica.
La Primera, Segunda, Tercera y Cuarta Internacionales fueron agrupaciones políticas socialistas que pretendían impulsar la revolución obrera en todo el planeta y alcanzar el socialismo internacional (véase revolución mundial).
Esta idea fue expresada en 1848 por Karl Marx y Friedrich Engels en el Manifiesto Comunista:En la medida en que se ponga fin a la explotación de un individuo por otro, también se pondrá fin a la explotación de una nación por otra.
Sus objetivos son fomentar el multilateralismo (liderazgo mundial que no ostenta un solo país) y crear cierta interdependencia formal e informal entre países, con algunos poderes supranacionales limitados otorgados a organizaciones internacionales controladas por esas naciones a través de tratados e instituciones intergubernamentales.
El ideal de muchos internacionalistas, entre ellos ciudadanos del mundo, es dar un paso más hacia la globalización democrática creando un gobierno mundial.
Sin embargo, a esta idea se oponen y/o frustran otros internacionalistas, que creen que cualquier organismo gubernamental mundial sería inherentemente demasiado poderoso para ser de fiar, o porque les disgusta el camino seguido por entidades supranacionales como las Naciones Unidas o una unión de estados como la Unión Europea y temen que de las primeras surja un gobierno mundial inclinado al fascismo.
[20] El Paraíso Perdido, en particular, muestra «la posibilidad de acciones políticas orientadas hacia una justicia internacional fundada fuera del orden aristocrático».