El tratado declaraba que «de ahora en adelante y por siempre, habría paz, amistad y buen entendimiento».
Ciertos territorios austriacos en Alemania pasaron a manos francesas, al tiempo que el Emperador renunciaba a sus reclamaciones sobre el Sacro Imperio.
El control francés se extendió a la margen izquierda del Rin «en completa soberanía», mientras renunciaba a la posesión de los territorios al este del Rin.
Se definieron las fronteras en disputa en Italia, reservando para Austria la antigua terraferma veneciana desde el río Adigio, la entrega del Gran Ducado de la Toscana al hijo del duque de Parma según lo previsto en el tratado de San Ildefonso, siendo compensado el Gran duque con posesiones alemanas (Gran Ducado de Wurzburgo); al duque de Módena también le fue prevista una compensación en Brisgovia y Ortenau (Ducado de Brisgovia y Ortenau) por la pérdida de su ducado.
Los dos partícipes del tratado acordaron la independencia de las repúblicas Bátava, Cisalpina, Helvética y Ligur.