La Valtelina, situada en los Alpes, en la Italia septentrional, y poblada por católicos, pasó a comienzos del siglo XVI a soberanía de las Tres Ligas suizas, mayoritariamente protestantes.
[1] España mandó sus tropas para apoyar a los católicos y se hizo con un conjunto de fortalezas en los Alpes que le servían para asegurar el Camino Español usado por sus tropas de Italia hasta Flandes.
[9] Para Francia también la región era importante: le permitía mantener las comunicaciones con Venecia, tradicional aliada, que también temía que la Valtelina cayese en poder de sus enemigos los Austrias, bien españoles o alemanes.
[9] Esto le hubiese impedido recibir mercenarios holandeses, alemanes o suizos, además de cortar el lazo con Francia.
[9] En consecuencia, Venecia trató en todo momento de que Francia, aliada a suizos y grisones, interviniese con los Habsburgo en la zona.
Los grisones dominaban la Valtelina, cuya población siguió siendo mayoritariamente católica[11] mientras que ellos, particularmente en la Engadina, adoptaron el protestantismo.
[10] Los emisarios españoles atizaron a los habitantes del valle contra sus señores; los de la Vatelina comenzaron a ver con malos ojos a los magistrados que se les enviaba de allende las montañas, que ignoran sus leyes y costumbres y los trataban con autoritarismo.
[10] Acabaron por considerar que se infringían sus derechos y se profanaba su religión, y acabaron por rebelarse, sostenidos abiertamente por el duque de Feria, gobernador español del Milanesado.
[16][17] El alzamiento permitió que estos valles pudiesen gobernarse autónomamente, si bien con estrechos lazos con la Lombardía española.
[16] Feria y sus representantes se habían opuesto al acuerdo y los suizos se negaron a conceder la garantía que exigía el tratado, accesoria para los franceses pero necesaria para los españoles.
[13][19] La corte madrileña afirmó que Feria actuaba por su cuenta, desobedeciendo instrucciones, y los ministros franceses se contentaron con proseguir las estériles negociaciones.
[20] Los grisones, hartos del estancamiento de las conversaciones en Lucerna, decidieron volver a intentar someter la Valtelina por la fuerza, pero fueron derrotados.
[24] La guerra parecía inminente y España trató de seguir negociando, adoptando una postura intermedia: cedió los fuertes del valle a las tropas de Gregorio XV,[24] que debían ocuparlos hasta se resolviese la controversia.
[28] La propuesta pontificia fue rechazada y Sillery sustituido por Philippe de Béthune; este insistió ante el papa que la disputa debía resolverse según lo dispuesto en el Tratado de Madrid, y que la Valtelina debía volver a poder de los grisones.
[28] El pretexto para declararle la guerra provino del duque de Saboya, Carlos Manuel, que disputaba a Génova la posesión de un feudo imperial, Zuccarello; se decidió que el duque atacaría en la primavera de 1625 con ayuda francesa.
[28][30] Venecia se negó a participar en la empresa, que consideraba ajena al problema recio.
[30] Tras preparar la campaña, Richelieu solicitó al papa que devolviese los fuertes de la Valtelina a los españoles, para no tener que enfrentarse a las tropas papales cuando invadiese la región.
[28] El Gobierno francés encomendó entonces a François-Annibal de Estrées, futuro mariscal, que emprendiese el ataque a la Valtelina, que resultó veloz.
[32] Los invasores perdieron luego la zona costera y no lograron ni bloquear Génova ni cortar las comunicaciones entre esta y Milán, objetivo primordial de la ofensiva.
[30] Venecia y Saboya deseaban atacar el Milanesado, origen de los refuerzos que acudían tanto a la Valtelina como a Génova, pero el Gobierno francés, que no deseaba precipitar una guerra abierta con la Monarquía Hispánica en ese momento, se opuso.
[37] Esto, la necesidad de comunicación entre el Milanesado y el Imperio, que posiblemente requeriría la apertura forzosa del puerto de San Gotardo o de algún puerto recio por Feria o el archiduque Leopoldo, la insistencia del papa en recobrar el control de la Valtelina y la negativa suiza a permitir el paso de tropas a aquellos que se oponían a que los grisones recuperasen la Valtelina auguraban la continuación del conflicto.
[44] El archiduque rechazó las proposiciones francesas y se casó con Claudia de Médici, manteniéndose leal a los Habsburgo hasta su muerte en 1632.