[1] De modo paulatino, se produjo la Reconquista, y los reinos cristianos arrebataron progresivamente el territorio a los musulmanes.
La llegada al Nuevo Mundo y la posterior conquista de América forjaron la creación del Imperio español.
Durante los siguientes siglos España se alzaría como actor principal del mundo occidental y primera potencia de la época.
[11][12][13][14][15] La católica e imperial España se vio involucrada durante este período en numerosos conflictos especialmente contra el Imperio otomano, los Países Bajos, los protestantes, Inglaterra y Francia.
España fue perdiendo progresivamente su preponderancia militar y tras sucesivas crisis el país redujo paulatinamente su poder; a principios del siglo XIX ya se había convertido en una potencia de segundo orden.
Hasta el siglo XIX, las monedas españolas solían llevar junto al nombre del rey la leyenda «Hispaniarum (et Indiarum) Rex».
[50][51] En el Paleolítico medio se sitúa la presencia del hombre de Neanderthal, asociado a la cultura Musteriense, datando en unos 60 000 años sus primeros restos en Gibraltar.
[50][51] En el Paleolítico superior se sitúa la llegada a la península del Homo sapiens, el hombre «moderno», hace unos 35 000 años, manifestada por los restos de la cultura Gravetiense hallados en Cantabria.
La fundación mítica de Gadir (Cádiz) se data en el 1104 a. C.,[58][59][60] aunque no hay base arqueológica para sustentar semejante cronología hasta varios siglos más tarde.
Las colonias griegas se instalaron más al norte, en Akra Leuké (Alicante), Hemeroskopion (Denia), Emporion (Ampurias) y Rhodes (Rosas).
[67] El sometimiento total de la península tiene lugar en el año 19 a. C. (tras finalizar las guerras cántabras), tras lo cual se divide en tres provincias: Bética, Tarraconense y Lusitania, organización que perduró hasta el Bajo Imperio, cuando el territorio se divide en Bética, Carthaginense, Gallaecia, Lusitania y Tarraconensis.
[68] El proceso de romanización entendido como la incorporación de la lengua, las costumbres y la economía romana se inició aproximadamente hacia el 110 a. C. y duraría con toda su fuerza hasta mediados del siglo III d. C. En esta época, los hispanos se configuraron como parte muy destacada del Imperio romano, aportando notables figuras durante el periodo histórico como los emperadores Trajano, Adriano, Marco Aurelio y Teodosio, el filósofo Séneca, los teólogos Paulo Orosio o Prisciliano, el retórico Quintiliano, los poetas Marcial, Lucano o Prudencio, el agrónomo Columela, el geógrafo Pomponio Mela o políticos como Marco Annio Vero o Lucio Cornelio Balbo, entre otros.
Esta es una de las razones por la cual su religión arriana y su lengua visigótica no tuvieron un efecto preponderante sobre la población.
Desde la corona visigoda, específicamente en el año 587, el rey Recaredo I, ya convertido al catolicismo, trató de conciliar así mismo a la jerarquía religiosa arriana con la católica, pero con poco éxito.
En el año 1031 se fragmenta el califato cordobés, formándose numerosos reinos de taifas frecuentemente enemistados entre sí.
El interés musulmán en la península volvió con fuerza alrededor del año 1000, cuando Al-Mansur (conocido como Almanzor), saqueó Barcelona (985).
El trato hacia los judíos en este momento en la península ibérica había variado mucho entre los distintos reinos musulmanes y cristianos.
La alianza anglo-portuguesa (1373) demostró tener una extraordinaria proyección (se ha prolongado, bajo distintas formas, hasta el día de hoy).
Hasta el siglo XIII, se hablaban muchas lenguas en los territorios que hoy forman España, entre ellas el castellano, árabe, aragonés, catalán, vasco, gallego, ladino, aranés y asturleonés.
[76] Fuera de Castilla se siguieron usando ampliamente las lenguas romances autóctonas, aunque a menudo coexistían con el castellano.
Y de este periodo son hijos otros grandes pintores como Murillo, Ribera o el tenebrista Zurbarán.
Además, el rey Carlos I fue coronado Emperador del Sacro Imperio como Carlos V, lo que añadió extensos territorios europeos a la Corona; posteriormente, Felipe II, aumenta sus territorios en América y ciñe la corona de Portugal con sus territorios de Ultramar, iniciando un periodo (1580-1640) en el que los dominios del Monarca Católico pasaron a ser la mayor potencia económica y militar del mundo.
Hay una dificultad inherente al cambio de régimen y es encontrar un rey que acepte el cargo.
Se conoce como Restauración borbónica al periodo que abarca desde el pronunciamiento del general Martínez Campos en 1874 hasta la proclamación de la Segunda República en 1931.
Aunque la exreina, Isabel II seguía con vida, ella reconoció que era demasiado divisiva como líder, y abdicó en 1870 en favor de su hijo, Alfonso XII.
Los ejércitos republicanos que se resisten a una insurrección carlista, declararon su lealtad al nuevo rey en el invierno de 1874-1875.
Como intento por superar dicha situación, el rey Alfonso XIII decidió apoyar a la dictadura del general Miguel Primo de Rivera.
A esta situación se une una grave crisis del sistema monárquico que no acaba de encajar en un siglo XX marcado por la revolución industrial acelerada, un papel no reconocido a la burguesía, tensiones nacionalistas y unos partidos políticos tradicionales incapaces de afrontar un régimen democrático pleno.
Cuando el general Sanjurjo, jefe de la Guardia Civil, hizo saber que sus hombres no lucharían por la monarquía, Alfonso XIII tomó el camino del exilio.
Oficialmente, el golpe de Estado fracasó gracias a la intervención del rey Juan Carlos I.