Posteriormente, el 25 de octubre se le administró la extremaunción y, desde entonces, fue mantenido vivo por su entorno intentando una solución sucesoria acorde con sus intereses.
En estos dos años se refuerza su amistad con Francisco Franco Salgado y Camilo Alonso Vega, personas que permanecerán siempre a su lado.
[m] También, aunque no se le reconoce ninguna inquietud intelectual, sí mostró un gran interés por formarse en todo lo concerniente a su profesión militar.
[85] Durante los tres años que estuvo destinado en la península ibérica se suscita el enfrentamiento dentro del Ejército entre peninsulares y africanistas.
Franco, despechado por no asumir la jefatura de la Legión, solicitó el traslado a la Península, siendo asignado al Regimiento del Príncipe en Oviedo.
Cuando el 4 de octubre estalló la insurrección, Hidalgo requirió a Franco para que, como asesor y desde Madrid, coordinase las operaciones.
«La represión fue despiadada, y las tropas extranjeras, con el beneplácito de sus jefes, se dedicaron al pillaje, con una brutalidad que dejó atónitos a los mineros sublevados».
Franco es requerido desde sectores militares y civiles para que participe en el complot; pero este, sin rechazarlo, no se une al mismo, manteniendo una posición ambigua.
[131] La respuesta de Santiago fue profética: «si alguna vez, esas circunstancias que usted dice les hacen ir a una sublevación, me atrevo a predecir que de no triunfar ustedes en cuarenta y ocho horas se seguirán tales desdichas como jamás se vieron en España ni en ninguna otra revolución».
[133] Paralelamente Franco, esa noche, telefoneó al director de la Guardia Civil, general Pozas, quien se mostró contrario a la iniciativa.
Y en junio de 1936 sus compañeros, los generales implicados en la conspiración, se referían a él como Miss Islas Canarias 1936 para significar sus vacilaciones e indecisión.
Entre otros, se reunieron Mola, Fanjul, Varela y Orgaz, así como el coronel Valentín Galarza, jefe de la Unión Militar Española.
¡Viva Franco!» hasta llegar al Alto Comisionado Español donde redactó un discurso que se emitiría por las radios locales en el que daba por hecho el triunfo del golpe de Estado: «España se ha salvado»; y termina diciendo: «Fe ciega, no dudar nunca, firme energía sin vacilaciones, porque la Patria lo exige.
Allí donde estos cuerpos permanecieron al lado de la República la sublevación fracasó y, por el contrario, donde se sumaron a los rebeldes, esta triunfó.
[176] Los generales Batet, Campins, Romerales, Salcedo, Caridad Pita, Núñez de Prado, así como el contralmirante Azarola y otros son fusilados por no sumarse a la sublevación.
Esta controvertida decisión permitió a los republicanos reforzar las defensas de Madrid, pero personalmente le supuso un gran éxito propagandístico.
[191][192] Se ha criticado el error estratégico de priorizar Toledo frente a Madrid, pero Franco era plenamente consciente del retraso que supondría tal decisión.
Al ejército franquista dirigido por el general Varela se opuso un heterogéneo conglomerado de combatientes bajo la dirección del teniente coronel Vicente Rojo Lluch.
[240] En cambio, Franco sí cedió a los ruegos del cardenal Gomá para que cesasen las ejecuciones de sacerdotes católicos vinculados al nacionalismo vasco.
La primera fue una iniciativa y desastrosa derrota del Corpo Truppe Volontarie italiano, que pretendía descongestionar el frente de Madrid atacando Guadalajara.
Ciento veinte mil soldados desfilaron frente a Franco y se le impuso la más alta condecoración militar española: la Gran Cruz Laureada de San Fernando.
[326] Pese a todo, se estableció un protocolo que «constituía un compromiso formal por parte de España para entrar en guerra al lado del Eje».
Los submarinos alemanes utilizaron los puertos españoles como base para sus reparaciones y abastecimiento, lo que les permitió extender su radio de acción.
En una ceremonia fastuosa, Franco pronunció un discurso revanchista, señalando que habían obligado al enemigo a «morder el polvo de la derrota».
[423] Desde entonces Franco actuó más como jefe de Estado que del Gobierno, ofreciendo audiencias, recibiendo a dignatarios extranjeros, entregando premios y medallas o inaugurando obras públicas.
[465] Franco, durante esta década de logros económicos, resultó «intocable» para las diferentes facciones que formaban el conglomerado franquista.
Franco, muy reticente a conmutarlas, atendió en última instancia la insistencia, principalmente, de López Rodó y Carrero Blanco, preocupados por las seguras repercusiones internacionales —también le escribió su hermano Nicolás pidiéndole que las conmutara—.
La Iglesia comenzó a mostrarse crítica, y los más aperturistas del franquismo vieron al Régimen como un «barco que se estaba hundiendo».
[480] Abierta la sucesión, Franco se dejó influir por su mujer y su yerno, el marqués de Villaverde —junto a sus adeptos, la llamada «camarilla de El Pardo»—, para seguir con la línea dura, por lo que desestimó la sucesión natural en la figura del vicepresidente, Fernández-Miranda, y en su lugar nombró presidente del Gobierno a Arias Navarro.
En sus gobiernos los militares siempre jugaron un papel importante[515], y la Iglesia católica participó activamente proporcionando una justificación moral e intentando modelar las costumbres de la sociedad.