Guerra de Melilla

El Rif, región de lengua y cultura bereber, pertenecía a la parte de Marruecos conocida como Bled es-Siba o País del Desgobierno, donde la autoridad política del sultán no había sido nunca efectiva.

Los rifeños, por tanto, no se consideraban implicados por los acuerdos que pudiera haber alcanzado el Majzén (poder central) con las potencias europeas.

La revuelta triunfó finalmente y el 4 de diciembre Bu Hamara fue expulsado del poder.

El trabajo en las minas y la construcción del tren minero quedaron entonces paralizados, por lo que las dos compañías concesionarias presionaron al gobierno español, presidido por el conservador Antonio Maura, para que desplegara las tropas de la guarnición de Melilla y pudiera reanudarse así la actividad.

El gobierno español al principio esperó a que el sultán Muley Hafid, que había destronado a su medio hermano Abd el-Azid, impusiera su autoridad sobre el Rif y reconociera las concesiones mineras hechas por Bu Hamara, pero finalmente cedió a la presión ante la amenaza de la Compañía del Norte Africano de pedir la protección de las tropas francesas estacionadas en la vecina Argelia, lo que hubiera puesto en peligro las aspiraciones españolas a controlar su “zona de influencia” en el norte de Marruecos.

En los días siguientes se produjeron pequeños incidentes, durante los cuales soldados españoles apresaron a algunos insurgentes cabileños.

Los demás lograron escapar y regresar a Melilla utilizando una locomotora de la Compañía del Norte Africano.

El hostigamiento se hizo más violento sobre las posiciones que habían ocupado las tropas españolas para proteger los escasos 7 km de vía minera objeto de los ataques.

Los rifeños tenían la ventaja del territorio desde el que atacaban, pues la vía discurría desde su salida de Melilla por una franja de terreno cercano al mar, teniendo siempre al oeste las estribaciones del monte Gurugú, cuyas lomas más inmediatas, que con alturas sobre los 500 m, caen hasta el nivel del mar en 2 o 3 km, proporcionaban posiciones favorables a los rifeños.

El día 23 de julio hubo trescientas bajas españolas, entre muertos y heridos.

Por tales hechos hubo 69 muertos y 226 heridos,[16]​ cifras que fueron superadas cuatro días después.

Además como reconoció el propio general Marina había que «rehacer el espíritu de aquella gente, bastante quebrantado», antes de que volvieran a combatir.

En la zona más cercana al Gurugú, el día 26 era ocupada Nador, avanzando desde Melilla y el 29 Ait Axa, en una de las crestas del Gurugú que caen hacia esta ciudad.

En diciembre todavía hubo algunos ataques poco importantes, que cesaron con el cambio de año.

El sultán Muley Hafid, máxima autoridad marroquí, cuya falta de control sobre esta parte del territorio había quedado patente con la actuación autónoma de las cabilas, protestó por esta permanencia del ejército español en el Rif oriental, pero las tropas españolas no llegaron a evacuar en los años siguientes los territorios ocupados (hasta Annual, en julio de 1921), cuya presencia quedó asegurada con el establecimiento del Protectorado en 1912.

General José Marina Vega (1850–1926)
Heridos de guerra transportados en un ferrocarril minero, fotografía publicada en la revista Nuevo Mundo el 29 de julio de 1909.
El general Marina conversando en una tienda, fotografía publicada en Nuevo Mundo el 5 de agosto de 1909.
Cañones de 15 centímetros haciendo fuego sobre Benisicar desde el Fuerte de Camellos, del enviado especial de Actualidades , Goñi (1909).
El Fuerte de la Restinga.