Asesinato de Carrero Blanco

La planificación y ejecución del atentado fue relatada por sus propios perpetradores en un libro publicado en Hendaya al año siguiente con el título Operación Ogro.

[6]​ El comando lo integraban Jesús Zugarramurdi Kiskur, José Miguel Beñarán Argala y Javier Larreategi Atxulo.

Según los testimonios recogidos por el periodista Luis R. Aizpeolea, todo comenzó con varios viajes de Argala a Madrid en 1972 donde entró en contacto con Eva Forest, esposa del dramaturgo Alfonso Sastre, ambos disidentes del Partido Comunista de España.

Por otro lado, se ha especulado sobre cómo fue posible que los servicios de la embajada no detectaran la construcción del túnel donde los etarras colocaron los explosivos que provocaron la muerte de Carrero Blanco, pero, como señala el historiador británico Charles Powell, «no resulta tan sorprendente si se tiene en cuenta que por aquellas fechas no existía una clara percepción de amenaza terrorista en la capital española».

Su hija Ángeles, que siempre lo acompañaba, no lo hizo ese día, lo cual evitó más muertes.

Unos días más tarde ETA convocaba una rueda de prensa clandestina en algún lugar del sur de Francia en la que un encapuchado explicó en euskera la planificación y objetivos del atentado, mientras otro encapuchado tradujo lo que decía al francés.

En tan triste ocasión, sírvase expresar mis sinceras condolencias a su viudad y al resto de familia".

[15]​ El atentado provocó un hondo impacto tanto en la clase dirigente como en la oposición antifranquista y en la opinión pública española por las implicaciones políticas que tenía.

Allí, el vicepresidente del gobierno Torcuato Fernández-Miranda les exigió que se calmaran alzando la voz: «Señores, seriedad y serenidad.

[20]​ Según Laureano López Rodó, ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de Carrero Blanco, con la muerte del almirante «Franco perdió a su colaborador más directo y desde entonces ya no fue el mismo: pegó un bajón evidente tanto física como psicológicamente».

[22]​ A las ocho de la mañana del día siguiente Franco le dice a su ayudante el capitán de navío Antonio Urcelay: «Me han cortado el último hilo que me unía al mundo».

Los ministros, que nunca han visto a Franco en esta situación, guardan un silencio sepulcral.

Los periódicos sacan a la calle ediciones especiales, pero Radio Nacional no da la noticia hasta las siete de la tarde.

Como ha señalado Juan Luis Cebrián, «muchos demócratas, enemigos de la violencia y del terrorismo etarra, no tenían otro remedio que reconocer —con cuidado, no se les fuera a confundir— que, a la postre, los magnicidas habían cumplido con un destino histórico y su acción había liquidado cualquier posibilidad de continuismo franquista».

[6]​ «La popularidad de ETA entre la opinión antifranquista alcanzó su punto álgido en 1973 con el asesinato del almirante Carrero Blanco», afirma por su parte Charles Powell.

[28]​ Se temió especialmente por los presos sindicalistas del Proceso 1001, cuyo juicio comenzaba ese día.

Dos días después envió una nueva carta en la que calificaba el atentado de «absurdo y brutal».

El almirante Amador Franco le dijo al jefe del Estado Mayor, teniente general Manuel Díez Alegría: «No podemos tolerar que Tarancón diga la misa».

Y me añadió que a lo mejor le podía peligrar al cardenal hasta la vida.

Como el cardenal insistía en acudir a la misa y al entierro [«Carrero era feligrés mío.

La policía impidió que fueran agredidos metiéndoles en el coche y sacándolos de allí a toda velocidad.

Cuando la comitiva fúnebre llegó a la plaza del doctor Marañón se produjo el traslado del féretro al coche que lo llevaría al cementerio de El Pardo donde sería enterrado a las seis de la tarde.

Antes de partir se celebró un desfile militar y el cardenal Tarancón rezó un último responso.

Quienes en este momento están viendo la televisión reciben una impresión fortísima: nunca jamás los españoles han visto llorar a Franco.

Eduardo Blanco sería destituido de su puesto y sustituido por el militar Francisco Dueñas Gavilán.

[47]​ Julio Gil Pecharromán comparte la misma valoración: «La bomba de ETA aceleró el final del franquismo».

[49]​ Según Charles Powell, algo parecido pensaba el gobierno norteamericano: que cuando Franco muriera Carrero Blanco le presentaría al Rey la dimisión para que decidiera si lo confirmaba en el puesto o nombraba a un sustituto.

Julio Gil Pecharromán también cree que la transición hubiera sido casi imposible con Carrero vivo:[48]​

A los veinte años de aquel acontecimiento se reeditó este libro con algunas nuevas aportaciones y un capítulo inédito, reflejando los datos que habían sido deliberadamente transformados para no comprometer a quienes participaron en la huida del comando.

[54]​ En el año 1978 se rodó una película titulada Comando Txikia: Muerte de un presidente, dirigida por José Luis Madrid.

Fachada de la iglesia de San Francisco de Borja , donde Luis Carrero Blanco acudía a misa.
Dodge 3700 GT , modelo del coche en el que viajaba Carrero Blanco.
El coche en el balcón de la Casa Profesa de Madrid , inmediatamente después del atentado.
Palacio de El Pardo , residencia oficial del general Franco.
Placa en recuerdo a Carrero Blanco en el lugar donde sufrió el atentado. Fue colocada por el ayuntamiento franquista de Madrid en 1974.
Basílica de San Francisco el Grande de Madrid donde se celebró el funeral por el almirante Carrero presidido por el general Franco.
El general Franco junto a su esposa Carmen Polo y los príncipes de España, Juan Carlos y Sofía , en una ceremonia religiosa por la muerte del almirante Carrero Blanco . En el extremo izquierdo de la imagen Torcuato Fernández Miranda , entonces presidente del gobierno en funciones.