Esto se debió ya fuera a motivos políticos e ideológicos o por temor a las represalias por parte del bando vencedor y del régimen político autoritario instaurado en España.
[4] Estos desplazamientos se dieron principalmente hacia Francia y estuvieron caracterizados por su naturaleza provisional.
[10] Las gestiones para su traslado fueron posibles gracias al Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español.
[11] Bartolomé Bennassar (2004) señala que cerca de 10 000 ciudadanos del País Vasco huyeron por carretera hacia Francia.
[5] De Cataluña salieron muchos refugiados por vía marítima hacia Marsella y Génova así como a pie por los Pirineos, a la vez que intentaban evitar ser vistos por milicianos y carabineros.
Sobre todo en las primeras etapas, una gran parte fue internada en los campos que el gobierno francés de Daladier habilitó para tal caso.
[16][21] En la misma Francia, fueron los departamentos del sudoeste, próximos a España, los que acogieron al mayor número de refugiados, con una fuerte inmigración española en las ciudades de Burdeos y Toulouse, donde ya residían españoles.
Los otros departamentos de la costa atlántica, en mayor medida Loira, también acogieron refugiados, así como el Macizo Central, Bocas del Ródano y la región parisina.
Anne Charaudeau (1992) explica en detalle la forma en que estos desterrados fueron tratados después de su llegada.
En los campos se producían enfrentamientos ideológicos entre los prisioneros, derivados de la guerra civil española, que eran explotados por las autoridades francesas.
Estas aprovechaban, por ejemplo, las tensiones entre anarquistas y comunistas para controlar a estos últimos, como en el caso del campo de Vernet d'Ariège, que se convertiría en un campo disciplinario para prisioneros políticos bajo el régimen de Vichy.
[c] Tuvo un fuerte impacto en el imaginario republicano, dejando el recuerdo de un país poco abierto a la lucha contra las fuerzas fascistas.
[25][46] Ante el problema de los refugiados españoles, el gobierno francés inicia negociaciones con países latinoamericanos para que los reciban, aunque al principio sólo recibe tres respuestas afirmativas: México, Uruguay y Chile.
Otros países que acogieron a los refugiados—alrededor de 2 000—fueron Argentina, Venezuela, Colombia y Cuba.
[56] El escritor Rafael Alberti y el compositor Manuel de Falla se exiliaron en Argentina.
El físico Blas Cabrera se refugió en México, al igual que los escritores Tomás Segovia, Emilio Prados, Max Aub y José Bergamín.
Según el historiador y filósofo Juan Marichal «el exilio español fue una fortuna [para el país]».
[62][63] El periodo de adaptación también fue diferente del que imperaba en Francia en aquella época.
El escritor José Gaos, instalado en México, creó el neologismo «transtierro» para referirse a esta emigración transformada en integración avanzada en las culturas hispanoamericanas, en reacción al término «destierro», más comúnmente empleado.
Tal fue el caso de la política republicana Victoria Kent, que rehizo allí su vida con su pareja, la filántropa Louise Crane.
[66] Ambas fundaron la revista Ibérica, que publicaba noticias de España para los exiliados republicanos en Estados Unidos y estuvo relacionada con la oposición democrática antifranquista española.
[69] Toda la familia del poeta Federico García Lorca, asesinado por el régimen franquista en 1936, también encontró refugio en el país.
[82] Alrededor de 15 000 refugiados españoles en la Francia continental fueron deportados a la Argelia francesa en el verano.
Además, se crearon campos disciplinarios o de castigo en Hadjerat M'Guil, Aïn El Orak, Meridja, Djelfa y Berrouaghia.
Durante este período, desde 1938 hasta el inicio de los años sesenta, los exiliados continuaron huyendo del régimen.
No obstante, hubo numerosos casos de exiliados que regresaron a España durante la época de Franco, entre los que pueden mencionarse el general Vicente Rojo y los escritores Manuel Altolaguirre y José Bergamín.
También rindió homenaje en la ciudad de Colliure al poeta Antonio Machado, fallecido y enterrado allí en 1939.