En 1928 se establece en Madrid, y tras haber iniciado la carrera de Derecho, seguirá también los estudios de Filosofía y Letras (especialidad de Letras) y frecuentará las tertulias, elemento axial en su vida futura, e incluso formará una propia, junto a otros estudiantes, en el café Castilla.
El matrimonio llegó a tener la mayor biblioteca privada de la época con casi 17.000 volúmenes.
Bibliotecario del Museo Lázaro Galdiano, dedicó su atención preferentemente a los literatos de Extremadura, su patria chica, como por ejemplo Bartolomé José Gallardo, a quien dedicó su Don Bartolomé José Gallardo.
Tras ser expulsado de su cátedra por sus simpatías republicanas, fundó la Revista española (1953), que publicó ensayo, crítica y narración breve, y donde asomaron los autores de la generación del medio siglo o del “realismo social”, entre ellos Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio y Alfonso Sastre que formaban su consejo de redacción.
Fue rechazada su entrada en la Real Academia Española por dos veces, rechazo que motivaría su autoexilio en Estados Unidos, cuando en el segundo intento el propio gobierno franquista había recordado a la Academia que vería con «sumo desagrado la elección de aquel candidato».
En esa ocasión Gregorio Marañón fue su valedor y once académicos dieron su voto en blanco: Ramón Menéndez Pidal, Dámaso Alonso, José María de Cossío, Vicente García de Diego, Pedro Laín Entralgo, Palacios, Gerardo Diego, Cantón, Vicente Aleixandre y Camilo José Cela.
Dos años después aparecieron los primeros títulos de la colección Clásicos Castalia, fundada por él.