«La estructura definitiva del sistema de Franco se creó, en consecuencia, lentamente, en el periodo comprendido entre los años 1942 y 1947.
[…] En 1943 se constituyeron unas Cortes totalmente controladas, basadas en el corporativismo siguiendo la tendencia filosófico política dominante en la España de la preguerra.
El propio Franco lo reconoció en privado: «los gobiernos deben tener una representación de las fuerzas que han contribuido a la victoria».
[47] También hubo «aperturistas» procedentes de la «familia azul», como quien finalmente llevó a cabo la transición democrática, Adolfo Suárez.
Esta «familia» tenía una especial relación con el exterior, por su vinculación con la Santa Sede y las democracias cristianas europeas.
[81] En la Conferencia de Potsdam las tres potencias vencedoras en la ll Guerra Mundial (Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética) hicieron pública una declaración sobre la «cuestión española» que decía:[82]
Así, aunque la vuelta a muchos aspectos de la vida religiosa ya se había producido durante la guerra civil y la inmediata posguerra, los ritos religiosos se introdujeron en todos los aspectos de la vida, tanto pública como privada.
[91] Finalmente Franco, siguiendo los consejos de Luis Carrero Blanco,[93] ordenó «cerrar filas» en torno al régimen y recordó obsesivamente la guerra civil.
[82] Sin embargo, los cambios «cosméticos» y la campaña y la actividad desplegada para convencer al mundo de que el franquismo no había tenido nada que ver con las potencias fascistas derrotadas en la guerra, no surtieron ningún efecto inmediato.
Este mensaje no se hizo público en España, donde la prensa lanzó una campaña contra «el pretendiente».
[102] Por su parte, la oposición republicana, ante el reconocimiento internacional del franquismo, se quedó sin argumentos, y la actividad guerrillera decayó.
[115] Ante el serio agravamiento de la situación económica, Carrero Blanco convenció a Franco para que renovara el gobierno dando entrada en los Ministerios económicos a dos «técnicos» que tenían en común pertenecer a un instituto secular católico llamado Opus Dei (Alberto Ullastres, que se haría cargo del Ministerio de Comercio, y Mariano Navarro Rubio, del de Hacienda).
[112][120] El segundo franquismo (1959-1975), también llamado franquismo desarrollista, fue la segunda gran etapa de la dictadura del general Franco, durante la cual se produjo un crecimiento económico espectacular —se habló del «milagro económico español»— que dio lugar a una «gran transformación» social, pero que no estuvo acompañada de cambios políticos.
[124] A partir de ese momento la economía española experimentó un crecimiento sin precedentes que acabó transformando radicalmente la estructura social del país.
Gracias a las medidas liberalizadoras puestas en marcha, la economía española pudo aprovechar, por fin, las favorables condiciones del mercado internacional y los impactos positivos del «hipercrecimiento» que se estaba produciendo en las economías occidentales desde el final de la II Guerra Mundial.
La primera fue promovida por el joven ministro falangista, Manuel Fraga Iribarne, y supuso un notable avance al suprimir la censura previa y autorizar a las empresas editoras a designar libremente al director del diario o de la revista.
[139] La segunda ley fue promovida por los católicos franquistas, concretamente por el ministro de asuntos exteriores Fernando María Castiella, de acuerdo con las nuevas orientaciones del Concilio Vaticano II, pero al final impuso fuertes restricciones a las confesiones no católicas.
Cómo dijo Carrero: «toda práctica que no sea católica compromete la unidad espiritual de España».
La CEE ya había declarado que «los estados cuyos gobiernos carecen de legitimidad democrática y cuyos pueblos no participan en las decisiones gubernamentales ni directamente ni mediante representantes elegidos libremente, no pueden pretender ser admitidos en el círculo de los pueblos que forman las Comunidades Europeas».
[162][163] Estos últimos, conforme se ahondaron sus diferencias con los «inmovilistas», fueron adoptando una postura cada vez más decididamente «reformista» al convencerse de que la única salida posible al franquismo era la democracia, aunque «de imprecisos contornos» y «tutelada» desde el poder, mientras que los «continuistas inmovilistas» reafirmaron su negativa a introducir el más mínimo cambio en el régimen franquista, por lo que también se les llamó «ultras» o «búnker».
Sin embargo, el nuevo gobierno de Carrero solo iba a durar seis meses.
Este hecho, calificado como «brutal» por la mayor parte de la prensa europea, no hizo sino acentuar el rechazo internacional al franquismo y dio lugar a que se produjeran numerosas manifestaciones antifranquistas en varias ciudades europeas.
En su discurso un Franco muy débil y casi sin voz volvió a afirmar que existía una «conspiración masónico izquierdista» en «contra de España».
[194] El franquismo detuvo la «gran transformación» social que se estaba produciendo en España desde los inicios del siglo XX.
Medir el daño es imposible; pero es indudable que fue infligido a conciencia y con pleno éxito», concluye Santos Juliá.
Aparecieron los tocadiscos portátiles y la música ligera triunfó entre los jóvenes con grupos como El Dúo Dinámico, Fórmula V, Los Bravos... que trajeron los bailes «sueltos».
También se extendieron las vacaciones, cuyo destino principal fueron las playas donde surgieron nuevas modas, muy contrarias a la moral tradicional.
La Iglesia católica por su parte se esforzó en imponer los valores tradicionales tanto en el ámbito privado como público, preocupándose especialmente por vigilar y condenar cualquier comportamiento o actitud de las mujeres que pudiera dar lugar a «pecaminosas intenciones».
Sus desastres, sus desórdenes, sus crímenes»; sobre el fascismo, en cambio, «su sentido nacional, espiritual e histórico que restituye su dignidad a la persona humana».
[229] La simbología franquista ha pervivido en la sociedad española tras la muerte de Franco, especialmente durante la Transición, hasta bien entrado el siglo XXI.