Con este fin se creó la Sección Femenina cuyo ideal era una mujer sumisa a su marido, religiosa y patriota.
Por ejemplo, el segundo objetivo de la Enseñanza Primaria según la Ley de 1945 era «formar la voluntad, la conciencia y el carácter del niño en orden al cumplimiento del deber y a su destino eterno».
Y el artículo 11 de esa misma ley establecía la educación diferenciada para los niños y las niñas: «La educación primaria femenina preparará especialmente para la vida del hogar, artesanía e industrias domésticas».
Ya en plena guerra civil, José Pemartín, jefe del Servicio Nacional de Enseñanza Superior y Media del Ministerio de Educación, había dicho que las mujeres que hicieran el bachillerato y fueran a la Universidad debían «ser la excepción» y que su destino debía ser el «hogar»:[9]
Como destacó la socióloga Marina Subirats, «la escuela franquista estuvo marcada, desde sus orígenes, por su antifeminismo profundo, que hay que entender en relación al papel atribuido a la mujer y al conjunto de rasgos ideológicos del régimen».
Sus desastres, sus desórdenes, sus crímenes»; sobre el fascismo, en cambio, «su sentido nacional, espiritual e histórico que restituye su dignidad a la persona humana».
A partir de 1950-1953 esa función la desempeñó la Formación del Espíritu Nacional, que no era impartida por el profesorado ordinario sino por miembros del partido único FET y de las JONS.
En su lugar se proponían implantar una educación reaccionaria, antiliberal, agresivamente nacionalista española y ultracatólica.
Fueron 703 los maestros afectados, de los que 184, es decir un 26,2% del total, fueron sancionados y 518 fueron confirmados en sus cargos.
Las plazas docentes que quedaban vacantes eran cubiertas preferentemente por excombatientes del bando nacional, muy identificados ideológicamente con el régimen, pero sin tener una formación académica adecuada.
Era el «trámite previo a una reorganización radical y definitiva de la enseñanza» que se pensaba acometer.
[36] A partir de entonces, «cualquier signo ideológico que rozara mínimamente con las corrientes liberales, socializantes o autonomistas, cualquier interpretación filosófica que se apartara de la escolástica más tradicional, cualquier ensayo educativo que pusiera en cuestión los métodos tradicionales del autoritarismo y del memorismo escolar… era suficiente para ser excluido.
[36] Lo mismo sucedió en la Enseñanza Media donde sólo dos de cada diez plazas eran realmente libres.
[36][38] Constaba de siete cursos durante los cuales debían cursarse siete «disciplinas» a lo largo de todos ellos: Religión, desdoblándose con Filosofía a partir del 5.º curso; Lenguas clásicas: latín en todos los cursos y griego a partir de 4.º; Lengua y Literatura Española; Geografía e Historia; Matemáticas; dos Lenguas Modernas, de las que una de ellas tenía que ser el alemán o el italiano; y Cosmología, que incluía la iniciación a las Ciencias Naturales y a la Física y Química.
Para cursar el «Bachillerato Universitario» se requería haber cumplido 10 años y superar una prueba de ingreso.
La segunda ley educativa ya es obra del ministro José Ibáñez Martín.
[44] En el artículo 11 se decía: «La educación primaria orientará a los escolares, según sus aptitudes, para la superior formación intelectual o para la vida profesional del trabajo en la industria y el comercio o en las actividades agrícolas.
La educación primaria femenina preparará especialmente para la vida del hogar, artesanía e industrias domésticas».
[44] Poco después, en 1950, se aprobaba el reglamento de las Escuelas del Magisterio en las que siguieron marginadas las materias pedagógicas y profesionales.
Los privilegios que tenía la Iglesia católica en este nivel educativo se mantienen y los colegios religiosos continuarán constituyendo la oferta principal de estas enseñanzas.
Como complemento Ruiz Giménez, influido por Ruidrejo, promueve el Congreso de Escritores Jóvenes.
A partir de entonces se produjo un gran crecimiento económico ―el «milagro económico español»― que acabó transformando la estructura productiva ―España pasó a ser un país industrializado― y provocando importantes cambios sociales que harán entrar en crisis al sistema educativo franquista.
[54] La nueva Ley General de Educación crea la Educación General Básica (EGB) cuya finalidad es unificar las dos vías existentes hasta entonces en el sistema educativo franquista: la que seguían los alumnos que a los 10 años superaban la prueba de ingreso para acceder al Bachillerato Elemental, y después pasar al Bachillerato Superior y a la Universidad, y los que continuaban cursando la Enseñanza Primaria hasta finalizar la escolaridad obligatoria a los 14 años e incorporarse al mercado laboral.
[54] La «contrarreforma educativa» coincidió con la movilización del profesorado que ya había empezado en tiempos de Villar Palasí.
Salvo la entrada en funcionamiento de las primeras Universidades Autónomas en 1968, la única respuesta que dieron los gobiernos franquistas al problema estudiantil fue la represión.
En un segundo momento se crea la Campaña Nacional contra el Analfabetismo, iniciada en 1963 para cuatro cursos escolares.
Durante los primeros años de la dictadura franquista, y antes, la Universidad fue un nivel educativo reservado a las élites y el número de estudiantes universitarios era muy reducido, a pesar del leve incremento que experimentó en sus dos primeras décadas.
La situación comenzó a cambiar en la década de los años 1960 en que se produjo un aumento significativo.
Una ley de 1943 estableció el acceso a este cuerpo docente mediante concurso-oposición y, una vez aprobada, el rector hacía la propuesta al Ministerio de Educación Nacional, que lo hacía por cuatro años, prorrogables por otros cuatro.
Ya en los años cincuenta y sesenta, comenzaron a ocupar, mediante oposición, cátedras universitarias, un nivel administrativo al que solo llegaba una pequeña proporción del profesorado y que, en el caso de las mujeres, se fue produciendo con una llamativa lentitud».