José de Calasanz

Su entrega, su generosidad, su anhelo por ayudar a los demás, iban unidos a una fuerte y vivencial fe en Dios, aumentada por el ejemplo y la educación recibida por parte de su familia.Calasanz, con gran integridad, trabajó infatigablemente en la operación de ayuda a los afectados.Calasanz no se desanimó y decidió lanzarse solo a la aventura.[1]​[5]​ Los alumnos, pocos en un principio, no contaban con recursos para comprar el material escolar.Más tarde, la idea sería seguida por otros fundadores, y finalmente por los estados, que asumieron como propia esa responsabilidad.Calasanz era amigo de Galileo Galilei y envió a algunos distinguidos escolapios como discípulos del gran científico.Cuando, en 1637, Galileo perdió la vista, Calasanz ordenó al escolapio Clemente Settimi que fuera su secretario.Calasanz aportó la misma comprensión y simpatía que había mostrado a Galileo a su amistad con el gran filósofo Tommaso Campanella (1558-1639), una de las mentes más profundas y fértiles de su tiempo, que produjo famosas obras filosóficas.Aunque también fue muy controvertido, Campanella mantuvo una fuerte y fructífera amistad con Calasanz.El filósofo cuyas visiones utópicas proponían reformas sociales en las que la educación de las masas desempeñaba un papel importante debió ser un espíritu afín para Calasanz, que ya estaba poniendo en práctica tales ideas utópicas.En la novena clase, los niños iniciaban la lectura con métodos silábicos y grandes cartelones que permitían una enseñanza colectiva.[16]​ Actualmente, las llamadas Escuelas Pías, fundadas por Calasanz, se encuentran en Bolivia.Los escolapios tienen colegios en África, localizados en Camerún, Costa de Marfil, Guinea Ecuatorial, Gabón y Senegal.
Escultura de José de Calasanz en el Monasterio de Montserrat , España.
San José de Calasanz, Fachada de la basílica del Pilar de Zaragoza