[7] Para afrontar este problema Núñez Seixas propone considerar a un partido, movimiento o ideología como nacionalista español si asume los siguientes tres postulados:[8] Antes que Núñez Seixas, José Luis de la Granja, Justo Beramendi y Pere Anguera ya identificaron como nacionalistas españolas a aquellas opciones políticas «para las cuales sólo hay en España un sujeto legítimo de soberanía que es, tal como lo define la Constitución, esa nación española formada por el conjunto de todos los ciudadanos del Estado».
Canarias (CC), Andalucía (PA) u otras comunidades autónomas presentan nacionalismos menos evidentes (frecuentemente calificados como regionalismos), basados en hechos diferenciales de carácter lingüístico o histórico no menos marcados que los anteriores.
Desde el ámbito de los nacionalismos periféricos, se suele hablar de nacionalismo español[22] o españolismo[23][24][25][26] como equivalente a centralismo, normalmente para identificarle, a efectos polémicos o como argumento político con la extrema derecha nostálgica del régimen de Franco[27] o con una presunta opresión del Estado sobre esos territorios, que en casos extremos (particularmente en el País Vasco y Navarra con ETA) se utiliza como justificación para un terrorismo que se autodefine como lucha armada encaminada a la liberación nacional.
[29] Desde una perspectiva más mayoritaria en términos sociales, territoriales y electorales,[30][31] la identificación con España, sus símbolos e instituciones ha adquirido formas más propias del patriotismo constitucional o nacionalismo cívico,[32] que trata de respetar las distintas visiones de España encajándolas en un marco plural, incluyente y no excluyente, conceptos en los que suelen coincidir los partidos políticos mayoritarios (PSOE y PP) o minoritarios (IU, otros partidos regionalistas o nacionalistas a veces denominados moderados), a pesar de mantener diferencias políticas profundas a veces expresadas de forma muy crispada.
Las guerras napoleónicas transformaron toda Europa, haciendo surgir sentimientos nacionales donde antes no los había o no se expresaban con el nuevo concepto identitario surgido en la Revolución francesa: el de nación como sujeto de la soberanía (Sieyès).
[36] Sea cual fuere su génesis intelectual, la irrupción del totalitarismo en el nacionalismo español se efectuó con toda su fuerza en los años treinta del siglo XX; no tanto por el reducido aunque influyente Partido Comunista (que no alcanzó más que parcelas compartidas de poder durante la Guerra Civil) como por los movimientos opositores a la Segunda República y por el Franquismo, cuya condición fascista o totalitaria ha sido siempre objeto de controversia, llegándose a proponer la utilización de los términos autoritarismo (Juan Linz) y fascismo clerical (Hugh Trevor-Roper).
Al menos, parece cierto que en el corto plazo la Gran Depresión afectó más a las economías cuanto más abiertas y conectadas al exterior estuvieran, pero de haber existido la ocasión no pudo aprovecharse, dado el desastre que supusieron tanto la Guerra Civil como los primeros años de aislamiento internacional del franquismo, intensificado más o menos voluntariamente con una política económica autárquica, que no se superó hasta el Plan de Estabilización de 1959.
[49] Se ha llegado a argumentar que el castellano no era más que una de entre las múltiples lenguas del Imperio, no prevaleciente ni sobre las peninsulares (catalán o portugués) ni sobre las europeas (alemán, francés, neerlandés o italiano) ni siquiera sobre las lenguas indoamericanas, sometidas pero persistentes (guaraní, quechua, náhuatl o quiché); y desde luego mucho menos prestigioso socialmente que el latín.
Simultáneamente, el castellano fue ganando la consideración de lengua oficial en todo tipo de ámbitos, incluyendo los más resistentes a los cambios, como las desfasadas Universidades a las que las reformas ilustradas querían desprender del vetusto latín, bastante impuro filológicamente, y cada vez más inoperante científicamente.
Su postura reivindicativa suele denunciar la imposición del castellano sobre las lenguas vernáculas (catalán, gallego o euskera), sobre todo durante el Franquismo, que ha llegado a ser calificado de genocidio lingüístico y cultural.
No es concebible para esta metodología analizar los hechos históricos desde una visión plural, compleja ni —mucho menos aún— contradictoria con el punto de vista unitario.
Fueron en gran parte obviados los procesos históricos rivales, las memorias alternativas que se irían construyendo desde los nacionalismos periféricos; pues de la misma manera tanto en el País Vasco como en Cataluña se desarrolló también el mito y la leyenda en torno a diversos personajes que debían encarnar la esencia de sus pueblos ancestrales que se hicieron remontar a la antigüedad clásica o más allá.
Incluso se encajó en esa lista de "españolidad", sin mayor dificultad, tanto a los emperadores hispanorromanos, como Trajano o Adriano, como al rebelde lusitano Viriato.
En la segunda mitad del siglo el género llegó a convertirse en un lugar común en la pintura española, destacando Mariano Fortuny, Francisco Pradilla o Eduardo Rosales.
Sus contenidos concretos ya se han indicado (véase la sección Nacionalismo y economía).
[79] Las distintas posturas ideológicas variaban dramáticamente, ahondando las divisiones de lo que Antonio Machado comenzó a llamar las Dos Españas; aunque la identificación con la nación española no era menor en las izquierdas que en las derechas: si no se leyera el contenido, era imposible distinguir por el título las revistas izquierdistas España.
[81] El movimiento obrero (dividido entre socialistas —organizados en torno al Partido Socialista Obrero Español y escindido en múltiples sensibilidades— y anarquistas —cuyas principales organizaciones eran la CNT y la FAI, que posteriormente formarían un frente único anarquista llamado CNT-FAI—) era teóricamente internacionalista (el minoritario Partido Comunista de España sí tenía un estrecho control desde la Internacional Comunista), con lo que su posición ante el tema de la identidad nacional —tanto unitaria española como particularista o periférica— nunca podría ser demasiado categórica.
No obstante, en la práctica se comportó en ocasiones decisivas como la más efectivamente centralista de las fuerzas republicanas.
[84] No obstante, el movimiento político más importante era la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA, coalición formada en torno a un partido primero llamado Acción Nacional, y luego Acción Popular), liderado por José María Gil-Robles, cuyas juventudes actuaban como un grupo de disciplina casi paramilitar (Ramón Ruiz Alonso).
No obstante, Bilbao fue protegida como capital económica del bando nacional desde su polémica toma durante la guerra civil, y mantuvo una activa bolsa de comercio.
En cambio, fue decididamente sometida a una política de castellanización lingüística, a pesar de que algunos intelectuales falangistas (como Dionisio Ridruejo o Carlos Sentís) querían mantenerla en su diversidad cultural, en polémica con otros que terminaron imponiéndose (Josep Montagut).
Ya le sobrará tiempo a Falange y a España para demostrar a Cataluña que no siente odio ni desprecio por su lengua y por sus peculiaridades dignas de tenerse en cuenta.Se desincentivó el uso del catalán en todo tipo de ámbitos (Si eres español, habla español), incluso en los religiosos, lo que produjo conflictos con las autoridades eclesiásticas, tan comprensivas en otros temas;[100] y se prohibió en ámbitos oficiales (incluso en el registro civil de los nombres).
En los últimos años sesenta y primeros setenta, en el final del franquismo, la España vertical de la posguerra quedaba muy lejos, incluso para los círculos más cercanos al poder.
El mismo PCE insistirá posteriormente para que la legislación sobre uso de la bandera llevara este texto:[111]
Simultáneamente a los debates constitucionales se produjo la apertura del "proceso preautonómico", con el que se preveía generalizar la descentralización del Estado (se denominó café para todos, expresión atribuida al ministro Manuel Clavero Arévalo),[112] lo que implicó a buena parte de la clase política, interesada en acceder a las nuevas parcelas de poder territorial que estaban por crearse en todas las regiones.
Otra cosa es la importancia que pueda tener como movimiento social la mentalidad xenófoba y racista.
Ha sido utilizado como título por Fernando Sánchez Dragó para su ensayo (2008) Y si habla mal de España... es español.
Yo he leído en el Estado Mayor del Capitán General de la Isla cartas que destilaban sangre.
Sentimos como una inadmisible y delirante tergiversación que se identifique como reaccionaria la unidad de los españoles o la propia idea de España y se considere progresista la Cataluña o la Euskal Herria insolidarias e independientes con las que sueñan los nacionalistas.
La realidad es precisamente la contraria: la esencia del pensamiento reaccionario desde el Siglo XIX son esos sueños totalitarios que anteponen la supuesta patria a las personas y a sus libertades individuales; esos sueños que reclaman la limpieza etnocultural, el privilegio, la desigualdad ante la Ley; esos sueños que se fundamentan en un concepto de la Historia como fuente mítica e inapelable del derecho (los falseados y denominados "derechos históricos") oponiéndose así a los fundamentos democráticos de la sociedad moderna y de nuestro sistema constitucional.
La Legión Española fue un cuerpo de choque creado para la guerra de Marruecos en 1920, y tuvo entre sus primeros oficiales a Millán Astray y Francisco Franco , que encarnaron el concepto de militar africanista , con una nueva forma de entender la misión de España en el mundo que exigía recomponer las relaciones entre ejército y sociedad civil. Echaban de menos en esta los valores castrenses que la Legión encarnaba, explicitados en su Credo Legionario : disciplina inflexible, adhesión inquebrantable al jefe (que debe mostrar dotes carismáticas de mando), hermandad entre compañeros de armas con razón o sin ella (el grito A mí la Legión ), exaltación de la virilidad, con desprecio de la propia vida (el grito Viva la muerte —utilizado junto con Abajo la inteligencia por Millán Astray en su célebre altercado con Miguel de Unamuno —) y una fuerte identificación con el catolicismo.