¡Viva la Pepa!
(para humillar a Fernando VII, obligado a jurar la constitución en 1820) y el himno de Riego (para glorificar al militar liberal sublevado entonces y ajusticiado en 1823).El hecho de que fueran otras constituciones y no la de Cádiz las que estuvieran en vigor no restó capacidad de convocatoria al grito, sino todo lo contrario, al añadir la nostalgia y la comparación del ideal progresista con las restricciones que el moderantismo imponía a los textos en vigor a lo largo de todo el siglo XIX.Lo mismo ocurrió con las palabras «guerrilla» y «guerrillero», que se aplican desde la Guerra de la Independencia Española a la táctica y a los combatientes irregulares en la guerra contemporánea.[3] Decir de alguien que es un viva-la-pepa, equivale a llamarle irresponsable o despreocupado.Idéntica traslación de sentido sufrió el grito ¡Viva Cartagena!,[4] cuyo origen fue la sublevación cantonalista durante la Primera República española (1874).