En el mundo anglosajón y, en menor medida, en el francófono es muy común que la palabra revisionismo aparezca en el título de obras académicas haciendo referencia a su sentido más literal.
Por ejemplo, S. P. MacKenzie, un historiador militar estadounidense, se sintió incómodo con el trato que la historiografía daba al compromiso de los soldados con la causa en los ejércitos revolucionarios.
[3] Durante la década de 1990, desde los mismos valores se podía mirar al pasado, en especial al período de la restauración (1874-1923) y encontrar muchos rasgos positivos que permitieron desembocar a finales del siglo XX en una democracia avanzada.
Además, como la historia es un terreno fecundo para la controversia política y en muchas ocasiones la legitimidad de apuestas políticas del presente se fundamenta en trayectorias históricas del pasado, la revisión histórica puede estar cargada de polémica.
A priori, los revisionistas externos al mundo académico pueden hacer un trabajo excelente en términos historiográficos.
Algunos editores de historiadores académicos también han descubierto que entrar en polémica con estas figuras mediáticas les sirve para vender más libros.
[5] Las críticas al revisionismo no académico desde la historiografía profesional suelen hacer referencia a su carácter seudocientífico, por la utilización fraudulenta de los mecanismos de verosimilitud con los que se construye un discurso histórico:[6] Además, el revisionismo negacionista ha sido caracterizado por su escepticismo respecto a determinados hechos históricos, especialmente aquellos considerados inverosímiles desde una perspectiva actual por su monstruosidad o cualquier otra circunstancia, como en el caso de los crímenes nazis.
[10] En contrapartida, las críticas a la historiografía académica suelen aducir que ésta nunca ha estado libre de prejuicios ideológicos, y que, por otra parte, cuando se construye como discurso científico neutro no suele interesar al público general y falla en su compromiso cívico.
Entre los escritores revisionistas se destacan José María Rosa, Manuel Gálvez, Raúl Scalabrini Ortiz, Milcíades Peña, Rodolfo Puiggrós, Jorge Abelardo Ramos, Fermín Chávez, Norberto Galasso, Marcelo Gullo etc.
Los escritores Pío Moa y César Vidal son los más conocidos difusores de esta corriente, apoyada también por Stanley G. Payne.
Una mayoría de historiadores como Paul Preston, Javier Tusell o Ian Gibson se oponen a este revisionismo, amen de negarle originalidad al señalar que recupera argumentaciones franquistas.
Estas tesis han tenido peso y tienen aún hoy eco en el andalucismo político, así como en ciertos medios académicos del mundo musulmán.