El Revisionismo histórico en la Argentina es una corriente historiográfica orientada a modificar la visión de la historia, enfrentando la tradicional que predominó en ese país desde mediados del siglo XIX.
[cita requerida] Hasta la batalla de Caseros, en 1852, no hubo historiografía propiamente dicha en la Argentina.
La historia escrita en ese período fue orientada a explicar la ruta seguida hasta Caseros y Pavón.
Durante las décadas siguientes, por lo menos hasta principios del siglo XX, la historiografía siguió a los dos maestros, López y Mitre.
Durante el gobierno de Mitre aparecieron cronistas, políticos e intelectuales que escribieron artículos históricos en contra suya en el periodismo, como Juan Bautista Alberdi, José Hernández, Rafael Hernández, Carlos Guido y Spano, Olegario Víctor Andrade y Miguel Navarro Viola.
[2] Su curiosidad y su lealtad intelectual lo llevaron a descubrir documentos hasta entonces ocultos u olvidados.
Se trasladó a Londres, donde pudo leer los archivos de Rosas, cedidos por su hija Manuelita.
[2] El libro de Saldías y su condena por Mitre fueron señalados como el momento fundacional del revisionismo histórico argentino.
Quesada, hombre respetado por su cultura y su poder económico y social,[cita requerida] pudo ver cómo su obra fue alejada del público por la política de los grandes diarios de no difundirla,[cita requerida] ni siquiera para denostarla.
Fue la primera reivindicación del caudillo riojano, hasta entonces símbolo de barbarie, atraso y crueldad.
Su obra fue reeditada en 1965 como Alberdi, los mitristas y la guerra de la Triple Alianza.
En cambio, Álvarez demostró que las guerras civiles fueron casi exclusivamente causadas por razones económicas.
[aclaración requerida] Acababa de nacer el rosismo historiográfico, pero todavía no se identificaba con el nacionalismo político y económico.
En esos trabajos, en los que la base documental es casi exclusivamente la proveniente del archivo familiar de su abuelo, sigue una línea favorable no solamente a los citados antepasados sino también a amigos de ellos que habrían sido calumniados por los antirrosistas, como el coronel Granada y el fusilado coronel Costa.
Su labor historiográfica no fue mayor por su muy intensa dedicación a la política, primero en la Unión Cívica Radical, y más tarde en el peronismo.
La obra más destacada de Busaniche fue su Historia Argentina, que dejó inconclusa y como manuscrito a su muerte en 1959.
Más tarde se incorporarían José María Rosa y Arturo Jauretche.
Durante el gobierno de Juan Domingo Perón, el revisionismo logró dominar el ámbito académico nacional y se extendió más que nunca antes.
Su obra de más alcance fue Historia Argentina, comenzada a editar en 1963, con 14 tomos.
[nota 6] En sus últimos años dirigió varias revistas, y llegó a defender sus posiciones en emisiones televisivas.
Pero la publicación más importante en este sentido fue la revista Todo es Historia, fundada por Félix Luna.
Con el paso del tiempo, sin embargo, su postura se acercó gradualmente a la de la escuela clásica.
A partir del golpe militar de 1976, la historiografía pareció entrar en una relativa decadencia en el país.
La recuperación de la democracia en 1983 concentró los esfuerzos intelectuales en el presente, esto es, en la política, los derechos humanos y la economía.
simpatizantes de la izquierda nacional e independientes entre los que cabe destacar a Pacho O'Donnell y Hugo Chumbita.
El Instituto Dorrego llevó a cabo una tarea de divulgación de los pensadores que nutrieron al revisionismo, como Jorge Abelardo Ramos, José María Rosa, Arturo Jauretche, Manuel Ugarte, Fermín Chaves, Ortega Peña, Eduardo Luis Duhalde y otros, publicó libros y programas de televisión bien recibidos por el público, pero no logró conmover los cimientos universitarios y académicos de la historiografía liberal, que continuó manifestándole una abierta actitud crítica.
[7] En diciembre de 2014, Pacho O’Donnell propuso cerrar el Instituto Dorrego y afirmó: "No eran Luis Alberto Romero ni Beatriz Sarlo nuestros peores enemigos: estaban adentro.