Aunque las dos posturas han ido acercándose a lo largo de los años no se ha alcanzado un consenso sobre el tema.El bando republicano utilizó el término «fascista» para denominar al bando sublevado (mientras que este calificaba de «rojos» o «comunistas» a sus enemigos) en cuanto que representaba «un movimiento reaccionario, contrarreformista y contrarrevolucionario».[6] Por otro lado, referirse al bando contrario con el término «fascista», «subrayando casi exclusivamente su dimensión social y rebajando o anulando su formato político» (una coalición de «curas, aristócratas, generales cobardes y señoritos fascistas», decía el PCE), servía para unir más estrechamente al bando propio identificado por esta razón con el «antifascismo».[12] Sin embargo en las décadas posteriores algunos autores marxistas «renovadores» comenzaron a cuestionar la relación estrecha entre fascismo y capitalismo establecida por la «ortodoxia» de la III Internacional, lo que suscitó dudas sobre si el franquismo se podía considerar como una dictadura estrictamente fascista (así lo advirtieron, por ejemplo, Reinhard Kühnl o Nicos Poulantzas).[17] El rechazo a la propuesta de Linz por parte de los historiadores, politólogos y sociólogos vinculados con la oposición antifranquista (a los que Ismael Saz ha denominado la «izquierda historiográfica») fue radical pues creían que lo que Linz pretendía era «blanquear» la dictadura franquista tomando como referencia exclusivamente los años sesenta y olvidando completamente el primer franquismo.[19] En 1974, el mismo año en que se publicó el artículo de Linz en castellano, los sociólogos Eduardo Sevilla Guzmán y Salvador Giner publicaban en la revista antifranquista editada en París, Cuadernos de Ruedo Ibérico (número 43-45), un artículo en el que denunciaban que la tesis de Linz podía entenderse como una forma de «absolución» del régimen franquista al subrayar que no estaba exento «de caracteres benévolos o ampliamente tolerantes» (sin embargo Sevilla Guzmán y Giner no consideraban al franquismo como un régimen fascista, incluido dentro del «absolutismo totalitario» o totalitarismo, sino que lo calificaban como «despotismo moderno» o «absolutismo despótico», en el que también incluían al salazarismo y a muchas dictaduras sudamericanas y africanas contemporáneas).[15] Los que seguían sosteniendo el carácter «fascista» de franquismo insistían, siguiendo la tradición interpretativa marxista del fascismo, en que en la definición del mismo no se podía obviar su «función social» contrarrevolucionaria y contrarreformista en un momento de una grave crisis capitalista.[24] Germani afirmó que tanto «los objetivos como el significado histórico del régimen de Franco son típicamente fascistas.[25] El mismo año, 1977, en que se publicó La crisis del Estado franquista, Guy Hermet publicaba un artículo en francés en el que asumía la tesis de Linz al caracterizar al franquismo como «una especie de compendio del autoritarismo conservador contemporáneo».[26][15] En 1980 el historiador estadounidense Stanley G. Payne, que había dedicado su tesis doctoral a la fascista Falange Española de las JONS (“Falange: A History of Spanish Fascism”, 1961), se sumó a la posición de Linz de considerar al franquismo como un régimen autoritario en su libro Fascism: Comparison and Definition, aunque introdujo algunos matices importantes.50 años después utilizaba la expresión «régimen “caudillista” autoritario» para calificar a la dictadura franquista («antes de concluir el diseño del propio Estado, Franco asumía la cuatro jefaturas: Estado, Partido, Gobierno y Ejército») y añadía: «es imposible hablar de un verdadero régimen y Estado fascista, si no es como mera cuestión de mimetismo formal.Estos últimos utilizaron la expresión «fascismo español», reconociendo su singularidad debido al protagonismo de los militares y del tradicionalismo católico.[35] Les respondieron varios historiadores, como Manuel Pérez Ledesma, que afirmaron que la «función social» o «misión histórica» del franquismo no justificaba en absoluto su consideración como «fascista» porque la estabilización del «dominio social y económico de la clase capitalista» se había realizado históricamente bajo diversas formas políticas, y no exclusivamente mediante el «fascismo».[40] Sin embargo, Saz creía que había que abandonar tanto el paradigma totalitario como el paradigma fascista marxista para salir del callejón sin salida, y proponía recurrir al concepto de fascistización.[43] En 2001 Saz volvió a abordar la cuestión para afirmar que el «rasgo más distintivo» de la «dictadura fascistizada» franquista sería «su carácter de dictadura nacionalista», «en la doble vertiente que el concepto tenía por entonces en Europa, esto es, la antidemocrática y la esencialista».En este sentido, según Ismael Saz, «como dictadura nacionalista, excluyente y antidemocrática, contribuyó decisivamente a desprestigiar la idea de España.Enrique Moradiellos en su libro sobre la historia de la dictadura de Franco publicado en el año 2000 escribió: «El historiador Ismael Saz ha expuesto con rigor esta interpretación del franquismo como régimen fascistizado, potencialmente equidistante entre el modelo totalitario fascista y la mera dictadura autoritaria y capaz de evolucionar en uno u otro sentido».Pero por entonces la España franquista hacía mucho que se había convertido en un régimen autoritario dominado por el Ejército, los funcionarios, los hombres de negocios y empresarios, los terratenientes y la Iglesia, sin apenas coloración fascista visible».[47] En 2011 Joan Maria Thomàs en su libro Los fascismos españoles (reeditado en 2019) calificó al franquismo como «un régimen autoritario con un fuerte componente fascista, aunque no se puede caracterizar completamente como tal».«Aunque se fascistizó superficialmente, Franco retuvo siempre el poder concediendo algunas cuotas a unos gobiernos designados por él... Nunca fue cierto que la política estuviese tan sólo en manos del [partido único] FET y de las JONS.FET tuvo ministerios y su organización llegó a contar con masas de militantes, pero no controló ni hegemonizó nunca todo el poder.
Cartel de propaganda del
bando republicano
en el que se muestran caricaturizados los integrantes del
bando sublevado
(«Los nacionales»). Además del Ejército, la Iglesia y los «moros», aparece un capitalista con monóculo y la
esvástica
nazi
.
El
Generalísimo
Francisco Franco
, con el uniforme del
Movimiento
, pronunciando un discurso en las Cortes (probablemente el 8 de julio de 1964, inaugurando la VIII Legislatura). Al fondo los
procuradores
, también de uniforme. En la parte inferior, tres obispos, también procuradores en representación de la Iglesia Católica.
Caricatura de
De Alba
publicada por
The Washington Daily News
en la que los ancianos dictadores de España y de Portugal, Franco y
Salazar
, se reúnen para dialogar: «¡Usamos estos garrotes porque los necesitamos!».