Entre ellos estaba Daniel Anguiano, que estuvo en la Unión Soviética para observar la marcha de este Estado; su informe posterior, consideró conveniente la integración del PSOE en esta, por valorar como un avance la III Internacional.
El Comité Ejecutivo lo formaban Antonio García Quejido, Anguiano, Virginia González Polo, Evaristo Gil, Manuel Núñez de Arenas y Facundo Perezagua.
Ya en ese momento el PCE temía la involución y llamaba a la unidad de los trabajadores.
[18] Las MAOC contaron con la instrucción de oficiales del Ejército como Francisco Galán o de militantes comunistas como Enrique Líster y Juan Modesto que habían recibido formación militar en la Unión Soviética durante los años 1930.
En Barcelona, tras derrotar a las guarniciones sublevadas, se constituía el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC).
En esa lucha, que se desarrollaba de un extremo a otro del país, tomaron parte desde el primer momento los dirigentes comunistas José Díaz, Dolores Ibárruri, Vicente Uribe, Pedro Checa, Evaristo Gil y Antonio Mije, además de los dirigentes de la Juventudes Socialistas Unificadas como Santiago Carrillo, Trifón Medrano, Fernando Claudín, José Cazorla, Federico Melchor, Ignacio Gallego, Andrés Martín y Lina Odena.
Se nombró a Vicente Uribe como ministro de Agricultura y a Jesús Hernández Tomás como ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, representantes del PCE en el gobierno.
Al mismo tiempo, militares del antiguo Ejército ingresaron en el PCE para acabar convirtiéndose en cuadros y dirigentes del mismo, como Luis Barceló Jover, Bueno, Francisco Ciutat, Antonio Cordón, José María Galán, Rodrigo Gil, Ignacio Hidalgo de Cisneros, Manuel Márquez, Matz o Pedro Prado, entre otros.
[cita requerida] Tras la victoria de Franco, los demócratas en general y los comunistas en particular pasan a vivir momentos duros.
En esas durísimas condiciones, el PCE se tuvo que reorganizar en la clandestinidad (País Vasco, Galicia, Andalucía, Extremadura, Valencia, Navarra y Cataluña mantuvieron organización), en el exilio (México, Cuba, Chile, Uruguay, Francia y el norte de África, además de la Unión Soviética) y en las cárceles (en las que había dirigentes como Domingo Girón o Guillermo Ascanio).
Fue durante mucho tiempo la principal, cuando no la única, fuerza organizada contra la dictadura de Franco.
Al poco tiempo de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, el secretario general José Díaz muere en Tiflis y es sustituido por Dolores Ibárruri, Pasionaria.
En la primera se propugnaba la creación de un frente amplio que liquidara la dictadura y formara un gobierno provisional.
Para conseguir aliar a todas las fuerzas democráticas se entiende que hay que cancelar responsabilidades de la guerra civil y la posguerra: Pero el régimen franquista había recibido un importantísimo espaldarazo en 1955: apoyado y avalado por los Estados Unidos entra a formar parte de la ONU.
La lucha clandestina debe continuar, pues el régimen se siente fortalecido y acentúa la represión.
Los despidos eran cada vez más frecuentes y el paro avanzaba, dificultades que alcanzarían también a la pequeña burguesía y a los comerciantes, afectados también por la caída en el poder adquisitivo de la mayor parte de la población.
Al entierro asistieron más de cien mil personas y se convirtió en una multitudinaria manifestación, que transcurrió sin incidentes.
La militancia del interior, muy próxima a la realidad española y representante de las posturas rupturistas con la dictadura, se veían como los custodios del Partido hasta que los exiliados «históricos» pudieran retornar, pero cuando así ocurrió, los exiliados retornados estaban tremendamente apartados de la realidad española debido a su larga ausencia.
En 1978, en el IX Congreso del PCE, primer Congreso que se celebraba en España desde 1932, salió reelegido Santiago Carrillo como secretario general, mientras que Dolores Ibárruri saldría elegida como presidenta del partido.
Se erigen dos tendencias contrarias a la dirección de Santiago Carrillo: los leninistas (también denominados prosoviéticos) como Ignacio Gallego o Francisco García Salve defendían una postura más ortodoxa y cercana a la Unión Soviética; los renovadores defendían una postura más moderada y aperturista.
Durante 1981 y 1983 las expulsiones continuaron por centenares de sectores diversos, como Francisco García Salve, Ramón Tamames o Carlos Alonso Zaldívar.
Y así fue, pues en aquellos comicios continuó la caída electoral al concentrarse el voto de la izquierda en el PSOE, que ganó con mayoría absoluta, por lo que Carrillo dimitió como secretario general, siendo sustituido por Gerardo Iglesias.
En febrero de 1988, durante el XII Congreso del PCE, Gerardo Iglesias renunció a todos sus cargos y Julio Anguita, conocido por haber sido alcalde de Córdoba, pasó a ser el secretario general del PCE.
Bajo su dirección, el Partido recuperó buena parte de la ilusión y preceptos ideológicos anticapitalistas, hecho que hizo considerar al entonces secretario general del PCPE, Ignacio Gallego, el regreso al PCE.
En su discurso, Anguita pidió a los militantes comunistas que reivindicasen los principios del anticapitalismo y la lucha por una sociedad igualitaria.
La reelección de Gaspar Llamazares fue muy polémica porque se debió a un sistema aprobado en una reforma de los estatutos previa a la elección y durante la misma Asamblea, consistente en que votaran no solamente la mitad del Consejo Político Federal elegido en la propia Asamblea, órgano competente para elegir al coordinador federal, sino también los coordinadores de las federaciones.
La Comisión de Garantías resolvió la cuestión a favor de Llamazares al entender que no se había agotado el segundo mandato, ya que la VIII Asamblea se había anticipado.
En el XVII Congreso del PCE, celebrado en junio de 2005 con 27 000 militantes, Francisco Frutos es reelegido secretario general, y como presidente se elige a Felipe Alcaraz, quien reuniría varias responsabilidades hasta ese momento del secretario general.
Llamazares, que ya había perdido el apoyo de las tres principales federaciones (Andalucía, Madrid y Comunidad Valenciana), perdería así también el control del último feudo que le quedaba en la organización comunista.
Esgrimen ser «una nueva generación proletaria que no quiere dedicar su vida a una militancia impotente».