Los políticos republicanos y «monárquicos sin rey», así como numerosos juristas, denunciaron que la vuelta a la «normalidad constitucional» era imposible.
[8] A título individual la mayoría de los políticos de los partidos del turno se negaron a colaborar, por lo que Berenguer solo pudo contar con el sector más reaccionario del conservadurismo, que encabezaba Gabino Bugallal.
La lentitud con que se fueron aprobando las medidas liberalizadoras —la censura seguía vigente y la garantía de los derechos individuales continuaba en suspenso—,[12] hizo dudar de que el objetivo del gobierno fuera realmente restablecer la «normalidad constitucional».
[14] Esta era la razón por la que Berenguer se negaba a convocar antes las elecciones municipales, como le reclamaban políticos liberales tan destacados como el conde de Romanones y Santiago Alba.
Una desconfianza que era compartida por otros muchos políticos monárquicos, como se había puesto en evidencia en mayo cuando una parte de ellos no acudieron al cumpleaños del rey.
Algunos de ellos, como Joaquín Chapaprieta o Ángel Osorio y Gallardo, que en mayo se había declarado «monárquico sin rey», iban más lejos y abogaban por la abdicación en el Príncipe de Asturias —una opción complicada debido a la grave enfermedad, hemofilia, que padecía don Alfonso—.
[19] Otros monárquicos se pasaron directamente al campo republicano como Miguel Maura, hijo de Antonio Maura, y Niceto Alcalá Zamora, que fundaron el nuevo partido de la Derecha Liberal Republicana).
Alcalá-Zamora declaró en abril que Alfonso XIII, «corcel del impulso absolutista», podía volver a dar en cualquier momento «el relincho alegre de la aventura».
[19] La desconfianza hacia Alfonso XIII también se extendió a la extrema derecha de la Unión Monárquica Nacional, aunque por los motivos contrarios.
El exministro primorriverista Eduardo Aunós escribió: «La monarquía que desconoce su posición de árbitro supremo entre los partidos llega a hacer deseable la República».
[26] El otro apoyo era el Ejército, que acababa de pasar por una experiencia de poder que había abierto brechas en su seno y en un sector del mismo se estaba resquebrajando la fidelidad al rey.
[29][30] Pero el súbito impulso del republicanismo en las ciudades se estaba debiendo sobre todo a que en los meses que siguieron a la caída de Primo de Rivera se produjo una identificación entre Dictadura y Monarquía.
Para dirigir la acción se formó un «comité revolucionario» integrado por Niceto Alcalá-Zamora, Miguel Maura, Alejandro Lerroux, Diego Martínez Barrio, Manuel Azaña, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Santiago Casares Quiroga y Luis Nicolau d'Olwer, por los republicanos, e Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos y Francisco Largo Caballero, por los socialistas.
Los otros cuatro se escondieron o abandonaron España (Alejandro Lerroux, Marcelino Domingo, Manuel Azaña e Indalecio Prieto).
[42] Había pocos políticos que, como José Calvo Sotelo, no vieran la gravedad de la situación.
[42] A pesar de todo, los preparativos para las elecciones continuaban, publicándose candidatos y realizando viajes por los diferentes distritos.
Así lo creía, por ejemplo, el conde de Guadalhorce, quien le pidió al general Berenguer 28 escaños para su partido, la Unión Monárquica Nacional, aunque el Gobierno solo preveía cuatro diputados para esta formación.
[44] El 29 de enero el proyecto de Berenguer recibió un duro golpe cuando ese día los «constitucionalistas» publicaron una nota en la que decían que no se presentarían a las elecciones porque las Cortes no iban a ser constituyentes.
Romanones contactó enseguida con el otro líder del Partido Liberal Manuel García Prieto para elaborar una nota en la que pedían al Gobierno que las Cortes fueran constituyentes —en la nota se decía que los diputados de su partido «irían a las Cortes únicamente para pedir su disolución y la convocatoria de otras constituyentes»—.
Este no encontró otra solución que llamar por teléfono al rey Alfonso XIII y a la mañana siguiente le presentó personalmente su dimisión.
[53] El 11 de febrero Alfonso XIII había llamado a Palacio al líder catalanista Francesc Cambó, con quien ya se había entrevistado discretamente en Londres el 1 de julio del año anterior.
De acuerdo con la opinión favorable manifestada por Cambó, Alfonso XIII le ofreció la presidencia del Gobierno a Santiago Alba, autoexiliado en París,[53] pero este declinó la oferta.
Para ello visitó en la cárcel Modelo de Madrid, donde estaban presos, a Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura —habló también con los socialistas Francisco Largo Caballero y Fernando de los Ríos, asimismo encarcelados—, pero estos rechazaron su propuesta —«Nosotros con la Monarquía nada tenemos que hacer ni que decir», le respondió Miguel Maura—[57] por lo que Sánchez Guerra presentó al rey un gabinete compuesto exclusivamente por «constitucionalistas», pero el rey vetó a Burgos Mazo y exigió que los liberales Manuel García Prieto y el conde de Romanones formaran parte de él, y Sánchez Guerra renunció.
Como dijo Gabriel Maura, «la entrega de la monarquía a la revolución no podía hacerse».
[60] Tras renunciar a formar gobierno, Sánchez Guerra le aconsejó a Alfonso XIII que le ofreciera la presidencia al también «constitucionalista» Melquiades Álvarez, pero este no aceptó al vetar el rey la presencia en el futuro gobierno del general Manuel Goded, que había conspirado para derribar la Dictadura.
«¡Con este hombre es imposible hacer nada!», comentó a la salida de Palacio Melquiades Álvarez.
Uno segundo: permitía empezar a engrasar la oxidada maquinaria electoral, tras ocho años sin actividad, del caciquismo clientelar de los tradicionales partidos monárquicos del turno, lo que facilitaría afrontar las futuras elecciones de diputados con mayores garantías.
Y, por último, pero no menos importante, que el riesgo que se corría, en la creciente disyuntiva planteada entre monarquía o república, era muy escaso... porque sus características y las de la Ley electoral, condicionaban, si no determinaban en sí mismas, un triunfo monárquico.
Además recordaron que apenas hacía un mes José Sánchez Guerra cumpliendo el encargo del rey para formar gobierno les había ofrecido formar parte del Consejo de Ministros.
Si no queréis que España se hunda en el caos soviético, votad por la Monarquía».