Opinión pública

También es necesario considerar que la opinión pública tiene una amplia tradición como campo de estudio.

Durante el siglo XX, se han desarrollado métodos de investigación sociológica, frecuentemente con financiación pública para conocer consensos sociales ampliamente compartidos o actitudes del público hacia ciertos aspectos de la política gubernamental.

La opinión pública no siempre es escuchada, depende del gobierno que ostente en ese momento el poder político, si se trata de una dictadura, nunca será atendida, en cambio si estamos ante una democracia es todo lo contrario.

Las peticiones del pueblo no siempre se cumplen, ya que siempre existe una puja de intereses de diversos sectores, y una lógica que debe racionalizarse para obtener un óptimo resultado.

Sin embargo, el término "opinión pública" aparece por vez primera en 1750 en la obra de Jean Jacques Rousseau Discurso sobre las ciencias y las artes.

Los demás, no podían opinar y dialogar sobre las cuestiones de la polis, ya que solo eran aptos para trabajos manuales.

A finales de este siglo, sin embargo, empieza a adquirir connotaciones cualitativas y adquiere las notas propias que le otorgaría el liberalismo, como instrumento de guía y control del gobernante.

Se podría alegar que esa concepción correspondía a la del despotismo ilustrado y se refleja en dichos comunes en esa época: «todo para el pueblo, pero sin el pueblo» (José II):[cita requerida] «La mejor forma de gobierno es la que nos enseña a gobernarnos (en el sentido de controlarnos) a nosotros mismos» (Goethe);[cita requerida] y ¡razonad tanto como queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced!

Entre los pioneros en este sector se encuentra el analista estadounidense George Horace Gallup, inventor del sondeo que lleva su nombre.

Esta clase, llamada posmaterialistas, supone un cambio, ya que la defensa de dichos valores había tenido hasta la fecha una relación inversamente proporcional (descenso) a medida que mejoraba el estatus social.

Aunque, no obstante, la clase social suele determinar, de forma contundente, ciertos aspectos como el comportamiento social, las ideas político-económicas o sus valores ético-morales en su filosofía de vida ya que, al fin y al cabo, comparten una mismo espacio geográfico-social característico, en función del rol derivado del estatus otorgado por la sociedad.

Así, aunque la opinión pública no está formada por la suma de las opiniones individuales, ni es el resultado de la opinión de la mayoría, si analizamos su definición operativa: «Por opinión pública se entiende la valoración realizada o expresada —un pronunciamiento sobre un posicionamiento— por determinada comunidad social, acerca de un evento, oportunidad, problema, reto o expectativa que llega a su conocimiento», es innegable en ella, que las clases o estatus y, por lo tanto, el contexto social en el que se desenvuelve el individuo, realizan una influencia explícita en la tendencia o rumbo de dicha opinión colectiva.

Walter Lippmann, en su libro Opinión pública (1922), cuestiona que sea posible una auténtica democracia en la sociedad moderna.

Según esta autora, la opinión pública son todas aquellas opiniones sobre hechos controvertidos expresadas en público sin temer caer en el aislamiento por lo que el individuo, para no encontrarse en este, puede renunciar a su propio juicio o evitar exponerlo públicamente si considera que no responde a la opinión dominante o a los criterios socialmente considerados «normales»; cabe destacar que en la creación de esta opinión pública los medios de comunicación también tienen un papel clave.

Por ejemplo, si le preguntan a una persona si está de acuerdo con el aborto, esta respuesta se daría desde sus valores, pero tal vez si se expone un caso a la persona en donde se hagan evidentes las razones o el contexto de una mujer que quisiera abortar, la persona podría responder desde una perspectiva más neutral y sobre todo cercana a su posición política.

La opinión pública se puede manifestar, entre otras maneras, en las manifestaciones y marchas.