[1][2][3] Este crecimiento sin precedentes acabó transformando radicalmente la estructura social española.
[4] El siglo XIX en España estuvo marcado por la inestabilidad política y social que continuamente interrumpían el desarrollo económico, dejando a España detrás del grupo de países más avanzados de Europa occidental.
La guerra fue ganada por fuerzas sublevadas dirigidas por Francisco Franco, que se instaló como dictador de la nación.
Consecuencias económicas de ese aislamiento fueron, quizás la más conocida, que España no recibiera ayuda del Plan Marshall.
Los tecnócratas eran una nueva clase de políticos que sustituirá a la vieja guardia falangista.
La industrialización acelerada no sólo causó graves daños ecológicos y produjo una focalización industrial desigual (dejando a muchas regiones abandonadas), sino que además acabó provocando males endémicos que hasta hace pocos lustros eran todavía materia económica pendiente para España.
España se convirtió en la quinta economía más grande de la UE y, en términos absolutos, la duodécima del mundo.
[13] La mecanización agrícola provocó una fuerte transformación en el sector agrícola (resumiendo, se pasó de una agricultura cerealista a una con mayor demanda hortofrutícola) teniendo como consecuencia que millones de jornaleros y campesinos emigraran del campo a la ciudad (industria) en busca de trabajo o a países extranjeros.
El auge económico condujo a un excesivo e incontrolado aumento del sector de la construcción en la periferia de las principales ciudades españolas para dar cabida a estos nuevos trabajadores que llegaban desde el campo.
También hubo una emigración destacada a otros lugares como las ciudades de Valladolid, Zaragoza o Vigo.
También, en este tiempo, Madrid se convirtió en una ciudad de servicios y negocios, lo que también aumentó su población, requiriéndose vivienda nueva en grandes cantidades.
Al unirse a la Comunidad Económica Europea en 1986 y en plena reconversión industrial, España ya es plenamente en términos económicos y sociales, un país industrializado de primer orden, dejando atrás la situación de atraso endémico que había experimentado hasta la primera mitad del siglo XX.
Estas regiones continuaron enclavadas en el atraso económico y social, perdurando problemas como la insuficiencia de servicios públicos básicos hasta décadas después del milagro, si bien en todos estos lugares el régimen fomentó la vivienda de protección oficial (los afamados pisos del yugo y las flechas) como medida de emergencia social.
[29] «En definitiva, durante los años sesenta fue conformándose una nueva sociedad española cada vez más próxima a sus homólogas de Europa occidental en su estructura, composición, características y grado de desarrollo y diversificación.
[30] según Juan Pablo Fusi, lo verdaderamente revolucionario que hizo el régimen de cara al desarrollo fue la política de apertura y liberalización del periodo 1959 y lo que fue la planificación indicativa falló.
Aunque, es cierto también que la sociedad española supo capitalizar esas ventajas en forma de un real crecimiento económico general.