[9]Aunque la verdadera historia del Alcázar comienza con la Reconquista, cuya evolución coincide con la del castillo, si bien con importantes remodelaciones posteriores, como la techumbre de pizarra que mandó hacer Felipe II y que convierte al Alcázar de Segovia en el castillo «más europeo» de la península, siendo uno de los ejemplos más notables de fortaleza militar y un caso único en la historia de la arquitectura española y europea, castillo y palacio real, cual su apelativo indica: "alcáçar", con el que ya se le conoce en 1135, reinando Alfonso VII el emperador.
Fue numerosas veces restaurado y ampliado, posiblemente desde Alfonso X hasta Felipe II.
A este último se debe su aspecto actual, su silueta lo hace único entre los castillos españoles.
Entre los presos más pintorescos que pasaron por el Alcázar se encuentra el italiano Vincenzo Lupati, encerrado en 1636 por haber estafado a la corona ofreciendo convertir cualquier metal en oro y que finalmente fue ejecutado.
También se puede mencionar a María Mancini, sobrina del cardenal Mazzarino y esposa del noble italiano Lorenzo Colonna, que en 1680 pasó varios meses en la fortaleza después de abandonar a su marido y negarse a volver con él.
En 1862, un incendio destruyó las suntuosas techumbres de las salas nobles, que pudieron ser reconstruidas fielmente con posterioridad, gracias a la existencia de grabados realizados por José María Avrial y Flores en 1839.
Su arquitectura única, su ubicación estratégica y su rica historia lo hacen verdaderamente inolvidable.
Su gestión es un ejemplo único en materia de difusión y conservación del patrimonio histórico y artístico, con la ventaja de que las visitas generan los ingresos suficientes como para garantizar el mantenimiento, la seguridad y la salvaguarda de un legado histórico que impresiona.
Destaca la muy bella torre del homenaje, cuadrada con cinco torreones, estancia cubierta de cañón apuntado y ventanales geminados.
Esta técnica, aplicada en la fachada del Alcázar, se caracteriza por la inclusión de piezas negras en las intersecciones de patrones geométricos, lo cual trasciende su función puramente estética.
Este elemento, un pequeño punto negro visible en la fachada, desempeña un papel fundamental en la preservación de la decoración.
Su capacidad para absorber humedad, formando gotas que eventualmente caen, explica su nombre popular y es crucial para prevenir la disolución de la cal por la humedad, evitando así la degradación de la decoración.
Resulta interesante que la expresión «esto no es moco de pavo» parece tener su origen en este contexto arquitectónico, subrayando la relevancia de elementos que, pese a parecer insignificantes, son fundamentales para la integridad y estética de las fachadas esgrafiadas.
Se puede acceder a la parte superior tras subir 152 escalones por una escalera de caracol.
[17] En la actualidad, pese a estar cerrado al público, es un espacio verde que conserva vestigios de su historia y que sigue siendo parte fundamental -y protegida- del paisaje de la ciudad.
Es una de las más antiguas del Alcázar, remontándose su comienzo al siglo XII con el rey Alfonso VIII.
Esta sala es, por tanto, una de las que se corresponden con el primitivo Alcázar.
Tiene su entrada desde el patio de armas y debe su nombre a las cuatro ventanas dobles o ajimeces que antes de las reformas efectuadas por Enrique IV recaían al exterior del Eresma en tiempos del rey Alfonso VIII.
En arquitectura se conoce como ventana geminada o ajimez a la ventana que se compone de dos arcos idénticos enlazados por una columnilla o pilar denominada parteluz.
Actualmente alberga, además, una impresionante composición de caballos y caballeros, enjaezados y armados para torneo con magníficas armaduras de acero, así como otras variadas armaduras de distinto tipo y repartidas por sala, cedidas todas ellas por la Fundación Lázaro Galdiano.
Las lacerías se realizaron entre los siglos XII y XIV y fueron conocidas en la documentación bajomedieval como «pintura de lo morisco» o «pintura de echar cintas».
Corresponde a la ordenación del alcázar en tiempos de Felipe II.
La portada que comunica con la Sala de la Chimenea conserva intacta su decoración mudéjar original.
Cubre la estancia una armadura ochavada, similar a la destruida por el incendio, que fue labrada en 1456.
Su nombre se debe a los motivos de decoración del artesonado.
La cama que preside la estancia tiene una cubierta de brocado tejida en oro.
Su nombre se debe a que está rodeado por las paredes, de un cordón largo y dorado.
Representa el cordón franciscano por penitencia de Alfonso X por su desmedido orgullo.
En la Sala del Cordón se encuentra una pequeña capilla donde los reyes escuchaban misa.
Cuentan las crónicas que los últimos dineros que de aquí salieron, fueron para costear el viaje de Colón a las Indias y al morir la Reina Católica la mayor parte del tesoro regio se había perdido.