Durante la regencia, la reina participó activamente en la política exterior del reino, manteniendo contactos con Inglaterra y Portugal, que facilitaron la firma de paces y aseguraron los contactos comerciales con ambos reinos.
Para ello, recibió el apoyo formal y económico de Castilla, que subvencionó su candidatura al trono aragonés, e incluso la corona.
Una vez fallecido en 1416, Catalina pudo asumir otros aspectos del gobierno castellano como la diplomacia con Granada o los tratos con las órdenes militares que hasta entonces habían sido prerrogativa de Fernando.
El sepulcro de la reina está colocado en el lado del Evangelio y junto al altar de San Hermenegildo.
La reina aparece vestida con túnica y manto, adornado este último con flores.
La cabeza de la reina, que descansa sobre tres almohadones recamados, está cubierta por una toca, y ciñe su frente una corona real.
La ceremonia religiosa tuvo lugar en la catedral de Palencia.