Aunque fue sofocada y fueron fusilados los capitanes Fermín Galán Rodríguez y Ángel García Hernández, sus efectos se dejaron sentir en la proclamación de la Segunda República cuatro meses después.
Al mismo tiempo, se organizaron dos columnas militares dirigidas por los capitanes Galán y Sediles que partieron hacia Huesca, la capital provincial.
En marzo, fueron juzgados y condenados un número significativo de militares por los hechos.
El capitán Salvador Sediles, condenado a muerte, fue indultado ante las movilizaciones populares.
[1] Con objeto de tranquilizar los ánimos, Berenguer afirma que el nuevo gobierno quiere la pacificación del país y la vuelta a la normalidad constitucional, prometiendo, entre otras cosas, la convocatoria de elecciones generales.
[3] En octubre de 1930 se sumaron al Pacto, en Madrid, las dos organizaciones socialistas, el PSOE y la UGT.
[7] Durante el otoño Galán, junto con los oficiales comprometidos y los paisanos que le han prometido su apoyo, tratan de organizar todos los detalles de la sublevación planeada.
Galán se impacienta, y temeroso, además, de que las nieves invernales cierren los puertos imposibilitando el movimiento de tropas, decide sublevar la guarnición el viernes día 12.
Ante la imposibilidad de convencer a Galán para que acepte una nueva moratoria, el Comité revolucionario dispone que en la madrugada del día 12 viajen a Jaca, desde Madrid, Casares Quiroga y otros dos delegados del «Comité Revolucionario» que, según su posterior testimonio, «llegados a una hora intempestiva, duermen sin haber hablado con Galán».
A las once proclaman la República en el Ayuntamiento, «en nombre del Gobierno Provisional Revolucionario», e izan la bandera republicana en el balcón, mientras en su interior quedan detenidos el general gobernador de la plaza y los jefes y oficiales que no se habían sumado a la sublevación.
En Jaca ondeó por primera vez en España la bandera tricolor (rojo, amarillo y morado) que había confeccionado el sastre local Lucas Biscós para la ocasión.
Una vez controlada Jaca, los sublevados organizaron dos columnas, una por ferrocarril y otra en camiones, para dirigirse a Huesca.
El Gobierno del general Berenguer, enterado de lo que sucedía en Jaca por la alarma enviada por una empleada del servicio de Telégrafos —cuya línea habían intentado cortar los sublevados—, decidió actuar con la mayor premura y cursó órdenes para que desde la Capitanía General de la V Región Militar, en Zaragoza, se organizara la contraofensiva.
Galán se vio entonces obligado a modificar los planes iniciales, pues habrán de continuar todos por carretera, con las previsibles dificultades que esta circunstancia añadirá debido al escaso número de vehículos con que cuentan y a su lamentable estado.
Los acusados mantuvieron durante todo el proceso una actitud digna y valiente.
Por su parte Santiago Casares Quiroga fue detenido en Jaca, a donde había viajado por orden del comité para detener la sublevación pero que como llegó muy cansado del viaje decidió irse al hotel y dejar la entrevista con el capitán Galán para la mañana siguiente.