Al principio se les permitió seguir practicando el islam, utilizar su lengua y mantener sus costumbres.
[2] En su gran mayoría, de condición social humilde, eran campesinos con una especial vinculación a la agricultura de regadío (huertas y vegas, terrazas en las laderas) o artesanos especializados (albañilería, oficios textiles -cordobanes, sedas-).
Las revueltas mudéjares fueron numerosas a partir del siglo XIII y provocaron la despoblación de algunas zonas (valle del Guadalquivir, norte de Alicante), aunque se mantuvieron en otras, sobre todo en el Levante, tanto castellano (Murcia), como aragonés (resto del reino de Valencia -Denia, Játiva, Segorbe-, e incluso en el valle del Ebro aragonés -Borja, Tarazona, Huesca, Teruel, Zaragoza, Calatayud-, y el Bajo Ebro y Bajo Segre catalanes).
Es un fenómeno autóctono y exclusivamente hispánico, que se manifestó tanto en elementos arquitectónicos estructurales como decorativos (arco de herradura, artesonados) y en la preferencia por el uso de ciertos materiales (yeso, ladrillo -simple o vitrificado en azulejos-, madera -vista en los artesonados-, etc.).
Desde el siglo XIX se desarrolló una arquitectura historicista denominada neomudéjar.