El cambio se debió a una serie de condiciones económicas, como el saneamiento macroeconómico, la apertura económica, un ambiente favorable a la inversión privada y la política de industrialización e innovación productiva.
[2] Italia fue invadida durante y al final de la Segunda Guerra Mundial; en primera fase, sería ocupada y administrada por ejércitos aliados, como sucedió tras su adhesión a la Entente, donde primero la Italia de Il Duce sería el ejemplo para la Alemania de ese entonces, y que posteriormente cayó siendo invadida por las tropas nazis, fundando una efímera república.
Sin importar el invasor, esto profundizó el problema del desarrollo frente a las más avanzadas economías europeas de entonces.
Italia se alzó como un país puente entre la Europa occidental y el Mediterráneo, y pasaría de ser una democracia frágil ante los fuertes embates provenientes de la proximidad a la posición rival, y ante la presencia de un partido comunista fuerte,[3] Tras la implementación del Plan Marshall se consideró que Italia podría volverse una nación comunista pronto.
Para 1967 el “milagro económico” se encontraba en pleno apogeo y existía un fuerte clima de confianza.
En 1963, el presidente norteamericano John F. Kennedy describió personalmente el extraordinario crecimiento económico en Italia en una cena oficial con el italiano Antonio Segni.
[8] Los medios históricos favorables antes mencionados le permitirían mantener sus perspectivas de crecimiento económico, combinados éstos con la presencia de una gran y barata fuerza laboral, le dieron los cimientos para un crecimiento económico espectacular.
Se instalaron redes de agua, acueductos, instalaciones agrícolas, carreteras, colegios, casas, industrias; que junto con la reforma agraria que se lanzó en 1950 logró reactivar la economía del sur.
Junto a un “boom” dentro del mercado de los bienes raíces, incrementado por la fuerte presión demográfica en crecimiento, le dieron el último toque a la super-explosión de grandes centros y conurbaciones periféricas.
Italia comenzó a exportar en especial automóviles, como por ejemplo la marca Fiat, además de ropa y productos químicos.
La producción industrial se triplicó y las exportaciones al extranjero crecieron considerablemente.
Películas populares como The Easy Life y Opiate '67 filmadas por Dino Risi, Il Boom de Vittorio De Sica y We All Loved Each Other So Much de Ettore Scola estigmatizaron eficazmente el narcisismo y la rampante inmoralidad que caracterizaron a los más fervientes años del milagro económico en Italia.