Fue el período durante el cual se produjo un crecimiento económico espectacular —se habló del «milagro económico español»— que dio lugar a una «gran transformación» social, pero que no estuvo acompañada de cambios políticos.
[1] Para afrontar la difícil situación, el equipo de «tecnócratas» del Opus Dei del gobierno nombrado en 1957 procedió en primer lugar a la desregulación parcial del mercado de trabajo al reducir —que no eliminar— la potestad exclusiva que tenía el Ministerio de Trabajo para fijar los salarios y las condiciones laborales en todo el país.
Gracias a las medidas liberalizadoras puestas en marcha, la economía española pudo aprovechar, por fin, las favorables condiciones del mercado internacional y los impactos positivos del «hipercrecimiento» que se estaba produciendo en las economías occidentales desde el final de la II Guerra Mundial.
[10] A principios de los años 1970 España se había convertido en la 12.ª potencia industrial del mundo.
[17] Los cambios sociales que se produjeron fueron los siguientes: Gracias al apoyo de Carrero Blanco el grupo de «tecnócratas» del Opus Dei consolidó sus posiciones en las dos remodelaciones del gobierno que se llevaron a cabo en 1962 y 1965.
Ya en 1967 se abrieron 22 expedientes de sanción, con fuertes multas casi todos, cifra que subió a 72 y 91 respectivamente en los dos años siguientes».
Estos regencialistas, encabezados por el ministro José Solís Ruiz, pretendían así dilatar la vuelta de la Monarquía.
[66] Apostaban por un sistema presidencialista parecido al gaulismo (es decir, asegurar la continuidad del régimen con un militar «revestido como regente»; posiblemente el general Muñoz Grandes, pero este no gozaba de buena salud: fallecería en 1970).
[69] En su discurso a las Cortes, el Generalísimo Franco insistió en que la nueva Monarquía «nada debe al pasado»:[70]
[74][75][68] Así nació en octubre de 1969 el «gobierno monocolor», un término que fue acuñado por sus adversarios al estar integrado casi exclusivamente por «tecnócratas» del Opus Dei o por personas afines o leales a Carrero Blanco o a López Rodó —aunque hay historiadores que afirman que «no se puede hablar propiamente de "gobierno monocolor"» porque «las discrepancias entre los ministros eran sustanciales en algunos temas»—[44].
[76] Carrero fue ratificado en la vicepresidencia pero ejerciendo las funciones de presidente real, pues el almirante recibiría en adelante a los ministros y despacharía semanalmente con ellos.
[77] Los cambios sociales provocados por el acelerado crecimiento económico de la «década prodigiosa» (los años 60) revivificaron viejos conflictos y abrieron otros nuevos, que progresivamente fueron desbordando los cauces establecidos por el régimen franquista, incapaz de acomodarse a las nuevas realidades.
[79] Este nuevo movimiento obrero se formó en torno a las «comisiones obreras» que surgieron espontáneamente para negociar directamente con los patronos los convenios colectivos al margen de la Organización Sindical oficial, y que después llegaron a configurar todo un movimiento político-sindical, que aprovecharía las elecciones sindicales oficiales de 1966 a «enlaces» y «vocales jurados» para extenderse y consolidarse.
Los sindicatos históricos (UGT, CNT, ELA-STV) sólo lentamente fueron reorganizándose a lo largo de la década.
«La respuesta del régimen a esa disidencia ideológica y cultural fue una represión creciente (sanciones, expulsiones, detenciones, torturas, cierres de facultades y universidades...) que alienó aún más a la población universitaria respecto del franquismo».
A partir de ese momento el apoyo al catalanismo político y cultural fue creciendo y ya en 1964 tuvo lugar la primera convocatoria desde la guerra civil para celebrar la (ilegal) «diada nacional» del 11 de septiembre.
Estaba integrado por antiguos «aperturistas» que, conforme se fueron ahondando sus diferencias con los «inmovilistas», adoptaron una postura cada vez más decididamente «reformista» al convencerse de que la única salida posible al franquismo era la «democracia», pero «de imprecisos contornos» y «tutelada» desde el poder.
[103] El político más destacado entre los «reformistas» era el exministro Manuel Fraga Iribarne y entre sus filas se encontraban altos funcionarios de la Administración y directivos de las empresas públicas (Pío Cabanillas, Antonio Barrera de Irimo, Francisco Fernández Ordóñez), así como jóvenes cuadros del Movimiento Nacional (José Miguel Ortí Bordás, Rodolfo Martín Villa, Gabriel Elorriaga, Adolfo Suárez).
[104] El gobierno «monocolor» no introdujo cambios políticos significativos a pesar del aumento de los conflictos sociales.
[109] Más dura fue la represión que se aplicó en el País Vasco y Navarra para hacer frente a la creciente actividad terrorista de ETA.
El gobierno acordó que fueran juzgadas por un tribunal militar como medida ejemplarizante y además decidió darle una amplia publicidad al proceso.
Aunque no estaba previsto que asistiera, Franco acudió finalmente y saludó a los congregados desde el balcón del Palacio Real.
Durante la ceremonia grupos de extrema derecha dieron mueras contra los «curas rojos» y contra el cardenal Tarancón, al que gritaron «Tarancón al paredón», un improperio que sería repetido durante los años siguientes.
La rápida asunción del poder por el vicepresidente Torcuato Fernández Miranda, ante el aturdimiento de Franco al recibir la noticia, impidió que se pusieran en marcha medidas extremas por parte de los sectores «ultras» del régimen y el Ejército no fue movilizado —al final del funeral hubo un intento de agresión al cardenal Tarancón que había oficiado la ceremonia—[128].
[134][135] Además, gracias a la política del ministro Pío Cabanillas —un hombre próximo a Manuel Fraga Iribarne, cuya presencia en el gobierno fue vetada por el general Franco— la prensa gozó de un mayor margen de crítica, y la oposición «moderada» fue «tolerada».
[142][143] Mes y medio después del «gironazo» fue cesado el jefe del Estado Mayor, teniente general Manuel Díez Alegría, considerado un liberal, después de un viaje oficial a Rumania donde se había entrevistado con el dictador comunista Ceausescu.
Pero en junio fallecía en accidente de automóvil Herrero Tejedor y para sucederle Arias nombró a José Solís Ruiz, que había dejado atrás el «aperturismo».
La más importante fue FEDISA (Federación de Estudios Independientes) fundada por Manuel Fraga Iribarne —que más tarde crearía GODSA— y en la que se integraron Pío Cabanillas, José María de Areilza, Leopoldo Calvo-Sotelo, Francisco Fernández Ordóñez o Marcelino Oreja, este último miembro a su vez del colectivo demócrata-cristiano Tácito.
Además su lema reivindicativo «Llibertat, Amnistía i Estatut d'Autonomia» sería adoptado por toda la oposición.
Este hecho, calificado como «brutal» por la mayor parte de la prensa europea, no hizo sino acentuar el rechazo internacional al franquismo y dio lugar a que se produjeran numerosas manifestaciones antifranquistas en las principales ciudades europeas.