En adelante constituyó el periódico oficial del régimen franquista, a lo largo de cuatro décadas.
[9] En esta época destacaron las publicaciones de autores falangistas como Ernesto Giménez Caballero o Maximiano García Venero.
[26] Arriba constituyó el órgano doctrinal del régimen franquista, llegando incluso a marcar la línea editorial de muchos diarios provinciales pertenecientes al Movimiento.
[28] En sus primeros años Arriba fue dirigido por el periodista Xavier de Echarri, alcanzando una difusión muy amplia.
[36] El propio director del diario, Echarri, realizó un viaje promocionado a Alemania, donde visitó varias instalaciones de la prensa nazi.
[41] Durante los años posteriores sus editoriales siguieron actuando como un verdadero órgano oficial del régimen.
[28] Un ejemplo de esto fue durante la celebración en 1962 del IV Congreso del Movimiento Europeo en Múnich; el evento constituyó una reunión de la oposición antifranquista y alcanzó una gran repercusión internacional.
[43][44] El artículo causó un fuerte impacto en la sociedad española de la época, e incluso en el seno de la propia dictadura, ya que dejó entrever las disensiones internas que existían dentro del sistema.[n.
[46] Por la dirección del diario pasaron Ismael Herráiz,[47] Rafael García Serrano,[48] Adolfo Muñoz Alonso,[48] Jesús Fueyo Álvarez,[48] Vicente Cebrián,[31] Alejandro Armesto,[31] Rodrigo Royo,[31] Sabino Alonso Fueyo,[49] Manuel Blanco Tobío,[50] Jaime Campmany,[51] Félix Morales[31] o Antonio Izquierdo, entre otros.
[52] Por ejemplo, para 1971 la media de ventas había caído a solo 10.883 ejemplares.
[54] No obstante, a pesar de estas cifras, durante los últimos años del franquismo el diario todavía tuvo una cierta presencia entre el público.
[55] La distribución y la situación económica de Arriba no mejoraron tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975, sino todo lo contrario.
[56] Al igual que el popular Pueblo —perteneciente a la Organización Sindical—, tras la muerte de Franco el diario Arriba no mostró ningún fervor monárquico y aceptó a Juan Carlos de Borbón como su sucesor solo por obediencia legal.
Sin embargo, en los siguientes años el número de lectores siguió cayendo, hasta tener una tirada diaria muy pequeña.