El 13 de diciembre el cardenal se entrevistó con el general Franco, quien no cedió en cuanto a la obligatoriedad de la pertenencia SEU, aunque las asociaciones de estudiantes católicos podrían seguir existiendo y se comprometió a que en todas las organizaciones del Movimiento se impartiría formación religiosa a cargo de sacerdotes nombrados por los obispos —entre otros Justo Pérez de Urbel, José María Llanos o Vicente Enrique y Tarancón—.
En el preámbulo de la ley se decía: «Tres son los principios que inspiran la organización nacionalsindicalista prevista en el Fuero del Trabajo, reflejo fiel de la organización política del nuevo Estado, a saber: unidad, totalidad y jerarquía».
Según Paul Preston, esta iniciativa era el primer fruto de la política británica de sobornar a los generales españoles más destacados para que mantuvieran a España neutral en la Segunda Guerra Mundial.
En cuanto a los otros dirigentes falangistas que también habían dimitido en solidaridad con Tovar y Ridruejo, Franco se reunió en privado con ellos y los convenció para siguieran en el gobierno o aceptaran un puesto en el mismo.
[11] El giro franquista del partido único se confirmó cuando en septiembre de 1941 fue destituido el falangista radical Gerardo Salvador Merino al frente de la Organización Sindical Española, cuyo pasado masónico fue sacado a la luz.
[14] Por su parte, Franco decidió poner en libertad al antiguo líder falangista Manuel Hedilla como una medida que contribuyese a calmar los ánimos de los camisas viejas.
[15] Hedilla se encontraba en prisión desde que 1937, al negarse a acatar el decreto de Unificación.