Política exterior franquista durante la Segunda Guerra Mundial

En todos los casos en el viaje de regreso fueron acompañados por personalidades políticas españolas y por altos mandos del Ejército.[17]​ Los generales españoles manifestaron su indignación al conocerlo y el propio Franco se mostró consternado, pero valoró el beneficio estratégico que suponía para la Alemania nazi y le comentó a Serrano: «Es raro que ahora seamos aliados de los rusos».Sin embargo, tanto Franco como Serrano valoraban las perspectivas que abriría para España un rápido triunfo de Alemania, sobre Francia y Gran Bretaña, en relación con Gibraltar y con Marruecos, aunque eran conscientes de las dificultades para afrontar una guerra.Esperaba por tanto entrar a última hora en la guerra para hacerse con una silla de comensal en el banquete del reparto».En la nueva reorganización del Mediterráneo que resultará de la guerra, Gibraltar será devuelta a España».En realidad la ocupación de Tánger, según Paul Preston, era el primer paso para construir un imperio español en África.[46]​ Por otro lado el embajador español en París en aquellos críticos días de junio de 1940 trabajó para la causa alemana pues las informaciones que pudo obtener en sus conversaciones con el mariscal Pétain y con Pierre Laval fueron trasladadas vía Madrid al gobierno alemán.La respuesta oficial del gobierno alemán se limitó a decir que tomaba en consideración los deseos territoriales españoles en el norte de África y que se comprometía a estudiar sus peticiones de material militar «en el momento oportuno».No hay una sola razón que apoye la idea de una acción hostil alemana contra España.Franco no accedió, pero le dijo que esa acción la podría realizar el Ejército español si recibía artillería pesada y aviones de Alemania.También alabó a Hitler, «un hombre extraordinario, moderado, sensible, lleno de humanidad y con grandes ideas».[59]​ El 15 de agosto Franco le escribía a Mussolini que entraría en la guerra «cuando se presente la ocasión favorable».Si ellas [las potencias occidentales] le hubieran escuchado, no estarían en la caótica situación en la que se encuentran».Además Göring le comunicó al Führer que Alemania no podía atender las elevadas peticiones españolas en suministros y armas.[76]​ Por su parte los británicos estaban dispuestos a hacer concesiones para evitar que España entrara en la guerra.[81]​ Para entonces, Falange había establecido numerosas delegaciones en países hispanoamericanos y muy singularmente en Filipinas, haciendo propaganda a favor del régimen franquista.[85]​ Mientras le acompañaba hasta el coche-salón del tren español, Franco le comentó a Serrano Suñer: «estos tíos lo quieren todo y no dan nada» —por su parte Hitler comentó: «con estos tipos no hay nada que hacer»—[86]​ Luego Serrano regresó al tren alemán para entrevistarse con Ribbentrop a quien le dijo que «en lo que concernía a las peticiones territoriales de España, las declaraciones de Hitler habían sido muy vagas y no constituían una garantía suficiente para nosotros».Mientras que Franco se mostraba muy inseguro de sí mismo, Pétain parecía confiado y sereno».«Sólo entonces, por primera vez, [Hitler] estuvo lo bastante decidido por la entrada de España en la contienda como para forzar el paso y presionar a Franco».[94]​ Hitler decidió entonces enviar a Madrid al almirante Canaris para que se entrevistara con el general Franco.Según Paul Preston, «la lista de la compra del Caudillo seguía siendo enorme, incluyendo vastos territorios coloniales franceses, y ahora Hitler no le ofrecía más que convertir Gibraltar en una base alemana y devolvérsela a España después de la guerra».El 27 de enero mantuvieron una tercera entrevista para pedirle «una vez más al general Franco, una respuesta clara» —el mensaje de Ribbentrop que debía transmitir Stohrer era aún más contundente: «Sólo la entrada inmediata de España en la guerra posee valor estratégico para el Eje y sólo con una rápida entrada puede aún el general Franco prestar a cambio un útil servicio al Eje»—.[102]​ En la tercera le expuso que «la fecha de nuestra entrada en la guerra está condicionada por requisitos muy inequívocos y concretos, que no son torpes pretextos para retrasar la entrada en la guerra hasta el momento en que puedan recogerse los frutos de una victoria lograda por otros… España desea contribuir materialmente a la victoria, entrar en la guerra y salir de ella con honores».Franco optó por una solución de compromiso: se enviaría una división integrada por voluntarios pero mandada por oficiales profesionales que combatirían con el uniforme alemán, aunque con distintivo español y puso al frente de la que pronto sería conocida como la «División Azul» al general pronazi[115]​ Agustín Muñoz Grandes.En nuestros campos se dieron y ganaron las primeras batallas»—, hizo suyas las victorias alemanas desde el inicio de la guerra y expresó su desprecio por las «democracias plutocráticas», vaticinando que si Estados Unidos entraba en la guerra sería una criminal locura.Más tarde se reunió con el cuerpo diplomático y fue entonces cuando empleó por primera vez la palabra «neutralidad» en lugar de «no beligerancia» para referirse a la postura española.[144]​ Mientras los aliados presionaban al general Franco para que hiciera pública la retirada de la División Azul después de haber abandonado la «no beligerancia», se produjo el llamado incidente Laurel que deterioró gravemente las relaciones del régimen franquista con ellos y especialmente con Estados Unidos.La prensa española difundió ampliamente el discurso y lo interpretó como un apoyo al régimen franquista.Aunque la prensa española publicó que habían suscitado una «expectación universal», sus declaraciones provocaron un amplio rechazo en casi todos los países.Y la prensa británica recordó los discursos favorables al Eje pronunciados por el general Franco a lo largo de la guerra.
El general Franco junto al dirigente nazi Heinrich Himmler , durante su visita a Madrid, en 1940. A la izquierda de Franco Ramón Serrano Suñer , ministro de Asuntos Exteriores.
Países europeos firmantes del Pacto Anti-Komintern en noviembre de 1941. En rojo oscuro, países firmantes europeos (Alemania se muestra con los territorios ocupados). En rojo claro, países satélite y gobiernos títere no firmantes del Pacto.
Visita del conde Ciano a España escoltado por la guardia mora de Franco (San Sebastián, 1939).
Firma del pacto germano-soviético en Moscú. En la mesa Molotov , y al fondo de pie Ribbentrop y Stalin . El pacto causó un gran desconcierto en el régimen franquista.
Adolf Hitler a bordo del Mercedes-Benz w31 540, modelo de coche que le regaló al general Franco (los otros dos únicos ejemplares los tenían Josef Goebbels y Benito Mussolini ).
Samuel Hoare , embajador británico enviado a España en mayo de 1940 con la «misión especial» de evitar que Franco entrara en la guerra del lado del Eje.
Hitler reunido con sus generales (junio de 1940).
Los submarinos alemanes fueron abastecidos y reparados en puertos españoles.
Gran Cruz de la Orden del Águila Alemana, que Hitler concedió a Franco el 18 de julio de 1940. Se trataba de la más alta condecoración del Tercer Reich que se podía conceder a un extranjero. Cuando el embajador alemán le impuso la medalla el 6 de septiembre, Franco emocionado habló de su fe en "el triunfo de nuestros ideales comunes". [ 54 ]
Visita a Berlín del cuñadísimo Ramón Serrano Suñer , acompañado del general Sagardía , siendo recibido por Himmler.
Collar de la Suprema Orden de la Santísima Anunciación concedido Franco por el rey de Italia a propuesta de Mussolini y que le fue impuesto por el enviado especial del Duce el 11 de octubre de 1940.
Gran Salón del Berghof en Berchtesgaden , donde tuvo lugar la entrevista entre Hitler y Serrano Suñer .
Cañón de defensa costera en la cima de Gibraltar .
Villa Margherita de Bordighera , donde se alojaron el general Franco , su ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer , y el séquito que les acompañaba.
Estandarte de la División Azul .
Desembarco de tropas norteamericanas en Argel (8 de noviembre de 1942).
Benito Mussolini junto con Adolf Hitler en abril de 1943, tres meses antes de su caída .
Asistentes a la Conferencia de la Gran Asia Oriental celebrada en Tokio entre los días 5 y 6 de noviembre de 1943. El presidente del gobierno títere filipino José P. Laurel es el segundo por la derecha. En el centro el primer ministro japonés Hideki Tojo .
Anthony Eden (izquierda) reunido con Cordell Hull (derecha).
Desfile por los Campos Elíseos de unidades pertenecientes a la 2.ª División Blindada —en la que estaba integrada La Nueve — tras la Liberación de París .
Los españoles republicanos y antifascistas prisioneros en Mauthausen despliegan una pancarta para saludar a los aliados: «Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras»