Se hallaba al frente de las mismas Amado Granell, quien por entonces era teniente del Ejército francés, siendo igualmente antiguo mayor de Milicias del Ejército Popular Republicano, en el que había mandado una Brigada Mixta.
La decisión de no hacerlo antes fue porque querían el eslogan de París salvada por los franceses, pero lo cierto es que fueron republicanos españoles exiliados en Francia, que sentían la causa francesa como la suya, al fin y al cabo luchaban contra el fascismo.
Aunque se realizó otro movimiento de avance hacia Bretaña, para lograr controlar los puertos del canal de la Mancha, no se avanzó hacia el sur del país.
Se apunta que los estadounidenses habían iniciado una carrera con los soviéticos cuya meta era Berlín, la capital de la Alemania nazi, y que el desvío para tomar París podía comprometer el éxito en esa empresa.
Sin embargo, los Estados Unidos y el Reino Unido eran reticentes a la concesión de una tan importante baza política al general Charles de Gaulle, y eran partidarios de que el territorio francés quedase bajo el control del AMGOT (Allied Military Government of Occupied Territories o Gobierno Militar Aliado para los Territorios Ocupados),[3] al menos mientras no se aclare el panorama político francés, temiendo la presencia e influencia del Partido Comunista Francés dentro de la Resistencia.
Por todo ello, los franceses encargaron al general Pierre Koenig, que había sido recientemente nombrado jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI), que preparase una insurrección en París, con el fin de evitar el futuro establecimiento en Francia del Allied Military Government of Occupied Territories (AMGOT).
Era el momento oportuno, porque en la ciudad estadounidense de Charlottesville, en Virginia, ya se estaba formando al futuro personal del AMGOT para Francia.
En definitiva, Hitler exigía:[2] Hitler transmitió sus instrucciones el 7 de agosto en la Guarida del Lobo a Dietrich von Choltitz, recién nombrado comandante del Gran París (Gross-Paris) en sustitución de Hans von Boineburg-Lengsfeld.
[4] Finalmente Choltitz no mostró ninguna prisa en cumplir sus instrucciones,[2] sabiendo que aunque sobre el papel contaba con unos 20 000 soldados, estos hombres estaban mal equipados para la lucha y pertenecían a unidades desconectadas del combate (unidades administrativas, sanitarias, o de transporte, por ejemplo) dotadas de un débil valor combativo.
Se hallaba pobremente equipada y ni siquiera contaba con enlaces radiofónicos con el exterior, pero se mostró entusiasta y rodeó rápidamente los núcleos de resistencia de los alemanes.
[11] Se levantaron barricadas, dificultando así los desplazamientos de los vehículos alemanes, a la vez que las escaramuzas con las tropas alemanas de ocupación empezaron a ser frecuentes y con cierta virulencia en los días siguientes, alcanzando el máximo nivel el 22.
[7] En la tregua, se pactaba un combate de honor para salvaguardar las apariencias y evitando así que Hitler acusara a sus oficiales de ordenar la retirada sin luchar; después de ello von Choltitz se comprometía a que sus tropas abandonasen la ciudad y a la rendición de los responsables militares alemanes, acuerdo al que se oponían los comunistas franceses, liderados por Rol-Tanguy.
[2] Por otra parte, junto a los acontecimientos que se sucedían en el centro de la ciudad, a las afueras de la misma se producían escaramuzas y emboscadas, preparadas por resistentes y partisanos.
Los insurrectos, escasos de municiones, no hubiesen podido mantener mucho tiempo la resistencia ante los alemanes.
[5] El Estado Mayor alemán fue hecho prisionero el mismo día 25 por los españoles con uniforme francés Francisco Sánchez —sevillano—, el aragonés Antonio Navarro y Antonio Gutiérrez, que se hallaban a las órdenes de Amado Granell, incluyéndose entre los prisioneros al general Dietrich von Choltitz;[23] este último se entregó al extremeño Antonio Gutiérrez.
[2] Tras la captura de Choltitz, este fue trasladado al Ayuntamiento entre una muchedumbre enfervorizada, protegido por los españoles.
No obstante, todavía prosiguieron combates esporádicos en diversos lugares, especialmente con miembros de unidades de las SS que rechazaban estar obligados a acatar la capitulación firmada por von Choltitz y que además amenazaban con fusilar a los oficiales «traidores» de la Wehrmacht que les ordenaban rendirse.
En primer lugar, acudió con los hombres de «La Nueve», que se convirtieron en su escolta en esos días en París, a rendir un homenaje en la tumba del soldado desconocido.
[2] La Liberación de París, efectuada por iniciativa del gobierno provisional francés, además de evitar a París el riesgo de correr la misma suerte que Varsovia (donde los rebeldes polacos del Armia Krajowa no recibieron ayuda militar soviética y fueron vencidos por los nazis, algo que atemorizaba a los franceses),[11] ahorraba a Francia la humillación que le habría supuesto un Gobierno militar conjunto aliado como salida de la ocupación alemana, y tal vez una constitución política ajena a su sistema político tradicional y más cercana a los puntos de vista anglosajones y estadounidenses.
Charles Tillon, resistente parisino que luego fue destacado político y ministro francés, la calcula en unos 4000 españoles.
[7] Secundino Serrano, sin embargo, recoge estimaciones actuales más reducidas, del orden de unos 500 republicanos en la Resistencia parisina.