Las vicisitudes del cambio político, social, cultural y religioso en Europa durante el siglo XIX debilitaron la posición de la Iglesia católica en muchos países donde ésta había venido hasta entonces disfrutando de una posición privilegiada.
En Alemania la cuestión religiosa aparece vinculada a las luchas por la unidad nacional.
[2] En España el movimiento del asociacionismo católico entra en acción para responder a lo que se percibían como ataques anticlericales del sexenio revolucionario (1868-1874),[2] sin que ni entonces ni durante la Restauración las asociaciones católicas asumieran objetivos comunes, pese a las peticiones en tal sentido del papa León XIII (encíclica Cum multa, de 8 de diciembre de 1882).
El enfrentamiento de la Iglesia católica con el Estado italiano liberal por la cuestión romana y la política anticlerical y la prohibición papal de que los católicos participaran en las elecciones como electores o candidatos limitaron la participación de los católicos al ámbito asociativo.
[6] Con Benedicto XV se comenzó a delinear la articulación de la Acción Católica Italiana tal como la conocemos actualmente, ya que este pontífice suprimió la dirección general de la misma y la sustituyó por la junta directiva de la Acción Católica.
Para evitar la aniquilación del apostolado seglar por el régimen fascista,[8] se definió la Acción Católica como «participación de los laicos en el apostolado jerárquico»,[9] concibiéndola como una fuerza activa que agrupara a los fieles bajo la autoridad episcopal para lograr una recristianización de las costumbres y de la vida pública.
está organizada fundamentalmente sobre la base de cuatro Áreas: Además cuenta con dos áreas complementarias Si bien dentro de la estructura anterior, existen (al igual que en España) sectores especializados que, si bien se encuentran previstas en el orden nacional, no así en todas las diócesis tales como: sector rural, sector política (la ACA cuenta en este campo incluso con un Instituto de Formación Política).