El franquismo de 1939 a 1945 fue la primera etapa del primer franquismo que se corresponde con la Segunda Guerra Mundial durante la cual la dictadura del general Franco prosiguió el proceso de fascistización iniciado durante la Guerra Civil Española para asemejarse a la Alemania nazi y, sobre todo, a la Italia fascista y que se vio abortado en 1945 por la derrota de las potencias del Eje.
El Generalísimo utilizó, por su parte, la fe católica para legitimar su Cruzada, siendo desde finales de la guerra obligatorio en las escuelas el Catecismo Patriótico Español del obispo Menéndez-Reigada (sin imprimátur, y con sus conocidas proclamas antisemitas, antidemocráticas y su exaltación de Franco como salvador de España);[1] y según el socialista Juan Simeón Vidarte también se llegó a modificar el catecismo del padre Ripalda, agregando al quinto mandamiento (no matarás) las siguientes palabras: a no ser que sean rojos, o enemigos del glorioso movimiento.
[12] Tras depositar la espada ante los pies del Santo Cristo de Lepanto, traído expresamente desde Barcelona, el "Generalísimo" Franco dijo:[11]
[24] Según Paul Preston, el cambio de gobierno respondió a la «cambiante situación internacional» y los dos cambios más significativos fueron la sustitución del anglófilo Gómez Jordana por el entonces ferviente defensor del Eje coronel Juan Beigbeder, que «compartía los sueños marroquíes de Franco», y la entrada en el gabinete del general falangista Juan Yagüe, que había acompañado a la Legión Cóndor en su viaje de regreso a Berlín y que durante su estancia de dos meses en Alemania había desarrollado «una irrefrenable admiración por la política social nazi, por la Wehrmacht y aún más por la Luftwaffe».
En todos los casos en el viaje de regreso fueron acompañados por personalidades políticas españolas y por altos mandos del Ejército.
[39] Pero la prensa dirigida desde el gobierno adoptó inmediatamente una postura abiertamente favorable a la Alemania nazi.
Sin embargo, tanto Franco como Serrano valoraban las perspectivas que abriría para España un rápido triunfo de Alemania, sobre Francia y Gran Bretaña, en relación con Gibraltar y con Marruecos, aunque eran conscientes de las dificultades para afrontar una guerra.
Franco no accedió, pero le dijo que esa acción la podría realizar el Ejército español si recibía artillería pesada y aviones de Alemania.
Además Göring le comunicó al Führer que Alemania no podía atender las elevadas peticiones españolas en suministros y armas.
Mientras que Franco se mostraba muy inseguro de sí mismo, Pétain parecía confiado y sereno».
«Sólo entonces, por primera vez, [Hitler] estuvo lo bastante decidido por la entrada de España en la contienda como para forzar el paso y presionar a Franco».
Franco optó por una solución de compromiso: se enviaría una división integrada por voluntarios pero mandada por oficiales profesionales que combatirían con el uniforme alemán, aunque con distintivo español y puso al frente de la que pronto sería conocida como la «División Azul» al general pro nazi[98] Agustín Muñoz Grandes.
En el preámbulo de la ley se decía: «Tres son los principios que inspiran la organización nacionalsindicalista prevista en el Fuero del Trabajo, reflejo fiel de la organización política del nuevo Estado, a saber: unidad, totalidad y jerarquía».
En abril un representante suyo viajó a Berlín para establecer un enlace directo con el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán pero el representante de Ribbentrop le contestó que Alemania no estaba interesada en la propuesta, aunque mantendría buenas relaciones con un gobierno «nacional» que pudiera establecerse en Madrid.
[122] Este respondió que necesitaba tiempo porque destituir inmediatamente a Serrano Suñer desataría una grave crisis política.
Así frente a la tesis que sostenían Franco y su asesor el capitán de navío Luis Carrero Blanco, de la Monarquía como continuidad del régimen franquista, don Juan presentaba la Monarquía como alternativa al mismo.
[131] Don Juan hizo estas declaraciones porque temía que «la política exterior del general Franco, política poco compatible con las obligaciones que impone la neutralidad estricta en la guerra mundial, pudiera provocar consecuencias peligrosas para el futuro de España».
Por esas mismas fechas se formó un comité monárquico integrado por Alfonso García Valdecasas, Germiniano Carrascal, Joan Ventosa i Calvell, Manuel González Hontoria y José María Oriol, que representaba la sector de la Comunión Tradicionalista que encabezaba el conde de Rodezno.
[145] En el mismo también hizo un llamamiento a la unidad de la oposición antifranquista, pero el mismo «no tuvo eco decisivo más allá de los círculos del exilio cercanos a su figura y línea política durante la propia guerra civil».
[153] En cuanto a los dos gobiernos autónomos, el gobierno de Euskadi siguió actuando en el exilio francés, pero la invasión alemana obligó al lehendakari José Antonio Aguirre a esconderse durante más de un año en Bélgica y en Berlín.
[168] En cuanto a los comunistas, la primera organización del partido que se constituyó en la clandestinidad fue en Madrid donde nada más acabar la guerra se formó un comité provincial encabezado por Matilde Landa e integrado por varias militantes, algunas de ellas jóvenes pertenecientes a las JSU.
En Asturias, donde la represión fue más fuerte debido a la mayor presencia de la Guardia Civil y del Ejército que combatían al maquis, no se constituyó su primer comité provincial hasta 1944.
[211][213] En la carta le dijo que era él quien decidiría si su aspiración a ser rey se cumpliría o no.
Fue entonces cuando él y los otros tenientes generales monárquicos «optaron por la medida menos arriesgada de elevar una petición al Caudillo».
[233] Mientras los aliados presionaban al general Franco para que hiciera pública la retirada de la División Azul después de haber abandonado la «no beligerancia», se produjo el llamado incidente Laurel que deterioró gravemente las relaciones del régimen franquista con ellos y especialmente con Estados Unidos.
[246] Aunque el Caudillo en privado todavía tenía fe en la victoria del Eje, conforme se fue haciendo más evidente que los aliados iban a ganar la guerra, Franco fue modificando su discurso.
Y la prensa británica recordó los discursos favorables al Eje pronunciados por el general Franco a lo largo de la guerra.
[249] Por otro lado había políticos del régimen franquista que se negaban a aceptar la cercana derrota de las potencias fascistas y seguían defendiendo su «doctrina».
[269] por lo que se mostraba dispuesta a pactar con las fuerzas monárquicas sin poner como condición la restauración de la República.
[296] Así, la política autárquica se basaría en un proteccionismo a ultranza y en una limitación de las importaciones que quedarían bajo el férreo control del Estado.