[4] El historiador Julián Casanova también ha descrito la ceremonia como «arcaica y medievalizante».
[5] Estuvo presidida por el cardenal primado Isidro Gomá acompañado de otros veinte obispos y había sido organizada por Ramón Serrano Súñer.
En su pecho exhibía la Gran Cruz Laureada de San Fernando que le había sido impuesta el día anterior.
Franco se dirigió a la iglesia a pie, caminando sobre una alfombra que se extendía desde la calle al presbiterio, atravesando la puerta de la iglesia y las gradas exteriores del atrio.
[7] A la entrada del templo esperaban a Franco el cardenal primado; una veintena de obispos y arzobispos, entre los que se encontraba el obispo de Madrid-Alcalá, Eijo y Garay, que le dio a besar su anillo y un crucifijo; las autoridades militares; el Gobierno; y una gran cantidad de miembros del cuerpo diplomático, entre los que se encontraba el nuncio vaticano monseñor Gaetano Cicognani.
[8] Ya dentro del templo, en un gesto muy significativo, Franco se aproximó al altar bajo palio, portado por miembros del Gobierno, un privilegio litúrgico reservado al Santísimo Sacramento y a los monarcas españoles.
[17] En palabras de Giuliana di Febo, la ceremonia aludía a «la antigua alianza entre la cruz y la espada como símbolo de la alianza entre el trono y el altar».