Hasta mediados del siglo XIX coronaron a los papas en San Juan de Letrán.
Sin embargo, la hostilidad pública hacia el papa en Roma, condujo a que la ceremonia fuese movida de San Juan de Letrán a la más segura Capilla Sixtina para la coronación del papa León XIII,[1] debido al temor de que las multitudes anticlericales, inspiradas por la unificación italiana, pudieran atacar la basílica e interrumpir la ceremonia.
La ceremonia, que duró seis horas y en la que fue coronado con la tiara palatina, fue presenciada por altos dignatarios internacionales; éstos incluyeron al heredero al trono italiano, el príncipe Humberto, los ex-reyes Fernando I de Bulgaria y Alfonso XIII de España, al duque de Norfolk (que representó al rey Jorge VI del Reino Unido) y el Taoiseach irlandés, Éamon de Valera.
[4] Los críticos de una vuelta a las coronaciones papales interpretaron sus palabras “éste no es el tiempo...” como indicación de no había lugar para este ceremonial antiguo en cualquier época luego del Concilio Vaticano II.
Juan Pablo II, en su Constitución Apostólica de 1996, Universi Dominici Gregis, recomendó que cada papa en el futuro tome la decisión sobre si desea realizar una inauguración o una coronación.