Arsenio Martínez Campos

Regresó a España tres años después como brigadier por méritos de guerra.

Una vez en la península, recibió el mando de una brigada para luchar en Cataluña contra los carlistas.

El ejército concentró entonces todo su esfuerzo en Navarra, último reducto carlista.

Vicente García y Serafín Sánchez que habían dado pasos en ese sentido, llegan a calificarle de «Pacificador» porque le promete la libertad a todos los esclavos que peleaban en las filas del Ejército Libertador que solo tenían esta condición en los campos de Cuba Libre.

El Comité de cubanos que negocian con Martínez-Campos estaba integrado por los brigadieres Manuel Suárez y Rafael Rodríguez; los coroneles Juan Bautista Spotorno y Emilio Lorenzo Luaces; el teniente coronel Ramón Roa; el comandante Enrique Collazo y el ciudadano Ramón Pérez Trujillo quienes firman el 10 de febrero con Martínez-Campos el Pacto del Zanjón, que significa la capitulación de las armas insurrectas sin haber alcanzado la independencia y la abolición de la esclavitud verdaderas; aunque poco después las fuerzas camagüeyanas, espirituanas y de Remedios deponen las armas.

Estos siete hombres que solo representan el Centro y no la Isla de Cuba en total, con una idea entreguista y reformista de un solo plumazo pusieron fin a los diez años de revuelta en toda la isla que las autoridades no había podido aplacar.

De ello José Martí valora este hecho como una vil acción de España y declara que «Así asesinó España, cuando el Zanjón, la revolución en Cuba, diciendo a Las Villas cuando no era cierto que el Oriente se había ya rendido, y engañando al Oriente con la supuesta entrega de Las Villas…».

En contraposición, el dominicano Máximo Gómez al no estar de acuerdo con la capitulación desarrolla el 27 de febrero una larga entrevista con Martínez-Campos donde le manifiesta que, si bien él había luchado con el pueblo cubano por lograr su independencia, no sería ahora obstáculo de una bochornosa capitulación que todos parecían desear y manifiesta que, si bien combatió al lado de los cubanos en la guerra, no los ayudaría ahora a alcanzar una paz deshonrosa, aunque no se opondría a ella.

Martínez-Campos ante esta actitud hace tentadoras ofertas de dinero y posiciones de importancia en Cuba, pero Gómez las rechaza y solicita únicamente un barco para que lo traslade a Jamaica.

A la sombra de los árboles de mangos no se llega a ningún acuerdo, por lo que Maceo comunica al general español su desacuerdo con el Pacto del Zanjón firmado y con ello decide reiniciar la guerra.

Antonio Maceo califica el Pacto del Zanjón como «una rendición vergonzosa y por su parte inaceptable» por los mejores hijos que defienden la existencia de la nacionalidad cubana.

Maceo, poco tiempo después, abandona el país bajo la misión del Gobierno Provisional en Armas hasta que regresa en 1895 para reincorporarse a la lucha armada y morir en combate el 7 de diciembre de 1896.

El gobierno español organizó inmediatamente un ejército de 20 000 hombres con Martínez-Campos al frente.

En 1895, al estallar otra vez la guerra, fue nuevamente nombrado gobernador de Cuba.

Pero esta vez sus intentos pacificadores no dieron mucho resultado y, al no querer endurecer las medidas contra los insurgentes, fue relevado al año siguiente por el general Valeriano Weyler, regresando a la península.

Entrada del general Martínez-Campos en el castillo de Miravet de Tarragona el 24 de junio de 1875
Retrato de Martínez-Campos (1889), por Federico Madrazo , Palacio del Senado , Madrid .
Ilustración del atentado contra el general Martínez Campos de 1893 en un periódico de la época.
Martínez-Campos, fotografiado en el verano de 1891 por Zenón Quintana .