Dos vecinos y uno de las asaltantes murieron, desatándose a continuación una represión indiscriminada sobre las organizaciones obreras anarquistas andaluzas —cuatro obreros fueron ejecutados tras un consejo de guerra, y dieciséis más fueron condenados a cadena perpetua; todos ellos denunciaron que las confesiones habían sido obtenidas mediante torturas—.
[3] En 1891 hubo catorce explosiones y al año siguiente se redujeron los atentados, pero entonces tuvo lugar el primero de carácter indiscriminado.
El diario también informó que tras lanzar las bombas y ver el efecto causado «no pudo reprimir un movimiento de entusiasmo, y tirando la boina al aire, dio un viva a la anarquía, en cuyo instante le prendieron».
[7] Sin embargo, según otras versiones Pallás justificó el atentado como una represalia por los incidentes ocurridos año y medio antes en Jerez de la Frontera.
Fue condenado a muerte y cuando el presidente le concedió la palabra Pallás declaró que solo lamentaba haber fallado.
La prensa anarquista, como El Corsario de La Coruña, presentó a Paulino Pallás como un «héroe» y como un «mártir».
[...] Los anarquistas conscientes e ilustrados... abominan el dinamitarismo, y consideran a los dinamiteros como la calamidad más grande que ha caído sobre sus ideas».
Por último, considera la condena a muerte de Pallás un error pues «su ejecución fomentará mucho más el dinamitarismo».