Jay Allen

En 1924 sustituyó a Ernest Hemingway —a quien le unía una gran amistad— como corresponsal en París del Chicago Tribune, y desde donde informó, hasta 1934, sobre los acontecimientos en Francia, Bélgica, España, Italia, Austria, Alemania, Polonia y los Balcanes.

Precisamente fue detenido por un artículo para el Chicago Daily News (desde donde también informaba su colega y amigo John T. Whitaker) narrando la represión que se produjo tras los sucesos de Asturias.

[3]​ Después de algunos trabajos para el New York Times, Jay Allen volvió a Estados Unidos, donde, influenciado por los sucesos de que había sido testigo, se dedicó a buscar ayuda para la República, llegando a entrevistarse con el secretario de Estado Cordell Hull y el Secretario de Interior Harold L. Ickes.

[2]​ Tras sus experiencias en Europa, Allen entró en una profunda depresión, y el ambiente de anticomunismo que imperó en Estados Unidos durante la Guerra Fría acabó obligándole a abandonar la vida pública, sufriendo además, varios derrames cerebrales.

El trabajo de Jay Allen es considerado todo un referente y, junto con otros corresponsales en la guerra civil española, fue pionero del periodismo de guerra.