A juicio del presidente del Gobierno, el Parlamento ya no representaba a la opinión pública dominante en ese momento después de las fuertes reacciones y tensiones que se habían vivido en España como consecuencia de la política reformista emprendida por el Gobierno de Manuel Azaña.
Además se posibilitó el cambio en la composición de las candidaturas entre la primera y la segunda vueltas.
Todos, canalla inmunda que el pueblo productor barrerá con la escoba de la revolución”.
Su alternativa era la insurrección si ganaban “las tendencias fascistas” las elecciones e instaurar el comunismo libertario.
[11] El cambio más notable fue la irrupción en la escena parlamentaria de la CEDA, la derecha católica “accidentalista” que no había declarado su lealtad a la República y que se convirtió en la principal minoría de las Cortes.
En cuanto a la segunda, también según Julián Casanova, “la abstención se notó especialmente en ciudades como Sevilla, Barcelona, Cádiz o Zaragoza, donde los anarquistas tenían más presencia.
Pero las investigaciones sobre Cataluña, el lugar con más arraigo del sindicalismo revolucionario [de la CNT], han mostrado que el comportamiento electoral abstencionista por razones ideológicas, es decir, por la propaganda anarquista, quedaría restringido a sectores minoritarios de la clase obrera”.