«La Iglesia ha reconocido siempre una eficacia particular al Rosario, confiándole, mediante su recitación comunitaria y su práctica constante, las causas más difíciles»; San Juan Pablo II dijo: «Por medio del rosario los fieles reciben abundantes gracias, desde las mismas manos de la Madre del Redentor».Las cuentas están separadas cada diez por otras de distinto tamaño y la sarta está unida por sus dos extremos a una cruz.La popularidad y desarrollo del rosario se produjo en el siglo XIII, durante la oposición al movimiento albigense o catarismo.Los cátaros o albigenses no reconocían ningún dogma relacionado con la Virgen María y se negaban a venerarla.Aunque la devoción decayó durante el siglo XIV, la orden de los Predicadores siguió fomentándola.Sobre el avemaría es preciso señalar que la segunda mitad de la oración fue añadida a la primera en el siglo XIV, pero su uso se hizo universal cuando el papa Pío V promulgó el Breviario Romano y mandó que se rezase al principio de cada hora del Oficio Divino, después del padrenuestro.Al principio eran masculinos, pero ya en el primer tercio del XVIII aparecieron los primeros rosarios de mujeres que salían los festivos por la tarde.La ristra se cierra en sus extremos, enganchándose estos simplemente, o a una placa de intersección.La placa suele tener forma triangular o semejante, con el vértice hacia abajo, del que, por lo general (pero no siempre, sobre todo en rosarios antiguos) sale un tramo de comúnmente cinco cuentas (1, 3, 1), siendo algo mayores las extremas, como las de los padrenuestros.De la última sale un enlace del que cuelga un Crucifijo, o una cruz (frecuente en la antigüedad, desde el siglo XVIII hacia atrás).Tradicionalmente se recitaban quince decenas, número que fue aumentado a veinte con la inclusión en el año 2002 de los «misterios luminosos».