Sin embargo, este género literario experimentó una lenta evolución a través del Antiguo y el Nuevo Testamento.
Así se aplica el término «μάκαρ» («mákar»), más antiguo pero afín a «μακάριος» («makarios»).
Por extensión, el término «μακαρίτης» (que significaría «bendito») es, desde su primera aparición en la obra «Los persas», del dramaturgo griego Esquilo, aplicado de forma circunscripta a los muertos.
En griego antiguo, quizá la palabra principal para significar felicidad es «eudaimonia» (literalmente «espíritu bueno» o «dios bueno»), y a partir de ella se desprende una constelación de términos estrechamente relacionados, que incluye «eutychia» (suerte), «olbios» (bendecido, favorecido), y «makarios» (bendecido, feliz, dichoso).
En una etapa más avanzada, «makarios» («μακάριος») constituye un epíteto que se aplica sólo a los hombres.
En muchos casos se añade un segundo miembro a la expresión que puede estar en tiempo presente o futuro.
Muchas otras utilizan diferentes giros literarios (por ejemplo, «en verdad os digo») o nexos causales.
Los libros sapienciales mencionan numerosos puntos que convergen hacia la felicidad, según los criterios de su época y de su religiosidad: «dichoso» el que teme a Yahveh: será poderoso, bendecido, tendrá hacienda, riqueza (Salmo 112:1-3), tendrá una esposa fecunda y muchos hijos (Salmo 128:1-3).
Sin embargo, el sabio verdadero no limita su horizonte a la retribución deseada en este mundo.
Pero Job no manifiesta satisfacción alguna con esa respuesta: «¡Ah, si pudiese pesarse mi aflicción, si mis males se pusieran en la balanza juntos!
Pero las preguntas que Job formuló en medio de su sufrimiento permanecen flotando para los mortales, sin respuesta aparente en ese momento.
Cuando se afirma la creencia en la «vida eterna» o, mejor, en la «resurrección de los cuerpos», que aparece por primera vez como texto griego en el Libro II de los Macabeos 7 (escrito hacia fines del siglo II a. C. y comienzos del siglo I a. C.),[Nota 1] esta esperanza hace brotar nuevos valores.
[2] Así, los sabios coinciden en que la «bienaventuranza» no está tanto en los bienes personales como en obrar justamente.
Este discurso se encuentra recogido casi íntegramente en el sermón de Mateo, pero sus perspectivas parecen ser algo distintas.
Si bien estas dos series de bienaventuranzas se sitúan en dos planos distintos, parecen ser complementarias y convergentes.