Su primer periodo estuvo caracterizado por la pintura de mujeres encantadoras.
Allí estudió grabado con sir Seymour Haden, dibujó caricaturas para la revista Vanity Fair y pintó tanto retratos como temas del género.
Su relación, considerada un escándalo en la época, le hizo perder algunos de sus acomodados clientes.
Fueron publicados por la empresa de Lemercier en París, que le había pagado 1 100 000 francos por ellos (más de 500 dibujos, acuarelas y óleos pertenecen hoy a la colección del Museo Brooklyn).
Su objetivo sobre todo era la precisión histórica, y en sus figuras un realismo vivo que estaba muy lejos del tratamiento convencional de los temas sagrados.