Ello le permitió pasar cinco años en Roma donde se consagró a la pintura de historia y la pintura religiosa (Santa Clara curando a los ciegos, Jesús y los niños, 1855).
Colaboró en muchas obras con su hermano Paul, y ambos fueron ayudantes de Dominique Ingres.
En 1863, al declinar su salud, agravada por el mucho trabajo, decidió retornar a Italia, donde murió de viruela.
Su Elogio fúnebre fue pronunciado en la Academia de Bellas Artes por Charles Ernest Beulé (1864).
En estas obras probó que, como pintor, tenía un sentimiento religioso muy elevado.